viernes, 17 de febrero de 2012

Partido Comunista de Cuba El único que necesitamos, queremos y defendemos



.Orlando Guevara Núñez
“Renunciar al principio de un solo partido equivaldría, sencillamente, a legalizar al partido o los partidos del imperialismo en suelo patrio y sacrificar el arma estratégica de la unidad de los cubanos, que ha hecho realidad los sueños de independencia y justicia social por los que han luchado tantas generaciones de patriotas, desde Hatuey hasta Céspedes, Martí y Fidel”.
Esta afirmación hecha por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro, durante la clausura de la Primera Conferencia Nacional del Partido, define con toda nitidez una política aplicada y defendida por la Revolución desde sus días iniciales.
No es fortuito que los enemigos de Cuba deseen y sueñen regresarnos a un pasado de falsa democracia, de pluripartidismo infértil que hundió al país en una letal dispersión de fuerzas y alimentó la corrupción política y administrativa. Durante muchas décadas, los innumerables partidos políticos se repartían el poder para lucros personales y de grupos, mientras las masas se mantenían marginadas y siempre engañadas por promesas que luego de cada elección pasaban al baúl del olvido.
Un simple vistazo a aquella realidad, reafirma la justeza de la política expuesta por Raúl. A raíz de la intervención norteamericana en Cuba, que frustró el triunfo del Ejército Libertador Cubano, la injerencia yanqui tuvo como blanco inmediato el sistema electoral, acondicionándolo a sus intereses de dominación neocolonial. El desmantelamiento del Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí, fue premisa para esos fines.
El 16 de junio de 1900, tuvieron lugar en Cuba las primeras elecciones municipales, con tres partidos políticos: Unión Democrática, Republicano y Nacional. La primera “lección” de democracia fue que en estos comicios sólo alrededor del 10 % de los cubanos tuvieron derecho al voto, pues se privó de éste a los menores de 21 años, y a quienes poseyeran menos de 250 pesos en muebles e inmuebles, quedando fuera también quienes no supieran leer y escribir.
El pluripartidismo se multiplicó como espuma en esos primeros años de la pseudo república. Datos históricos demuestran que sólo entre 1899 y 1909, existieron 16 grupos y partidos liberales; las filiaciones republicanas llegaron a 21, además de tres grupos y partidos llamados de democracia, a los que se sumaban una decena de otras tendencias. La fragmentación política era un arma eficaz contra la unidad necesaria que había preconizado el Partido de Martí.
A partir de las primeras elecciones presidenciales, realizadas en 1901, los datos revelan realidades que nada tienen que ver con la democracia. En esa ocasión el presidente electo, Tomás Estrada Palma, obtuvo sólo el 47 % de los votos de los electores inscriptos, al tiempo que el abstencionismo llegó al 36 %. Se conoce la historia de las maniobras imperiales para evitar que el otro candidato, el general Bartolomé Masó, alcanzara la presidencia, quedando las elecciones con un único aspirante.
Cada proceso eleccionario se convirtió en una caricatura de democracia. En 1936, fueron 13 los partidos inscriptos, de los que al final seis no se presentaron y los demás se agruparon en dos coaliciones. En 1940, los partidos contendientes fueron 11, agrupados en dos bloques. En 1948 fueron seis y otros tantos se preparaban para los comicios de 1952, frustrados por el golpe de estado de quien sumiría al país en una sangrienta dictadura durante siete años, apoyado por el gobierno de los Estados Unidos: Fulgencio Batista.
Sólo el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 26 de Julio de 1953, con Fidel Castro al frente, abrió para el pueblo las esperanzas de un verdadero cambio, no cifradas en las urnas electorales, sino en la lucha abierta por la libertad e independencia. Ante esa nueva lucha, muchos partidos políticos se mantuvieron apegados a la tiranía, mientras que otros, desde la oposición, desempeñaron el triste papel de censura mezclada con la sumisión y la complicidad. El Partido Socialista Popular, con hondas raíces entre la clase obrera, estuvo más tiempo ilegalizado y en la clandestinidad que ejerciendo su derecho legal. Otra prueba de la mentira de la democracia capitalista en Cuba. Vale decir que en 1958, durante las últimas elecciones “democráticas” en Cuba, el abstencionismo alcanzó el 54 % y el presidente electo, el batistiano Andrés Rivero Agüero, obtuvo sólo el 15 % de los votos. El triunfo de la Revolución le impidió disfrutar su “victoria”.
En la lucha contra la tiranía batistiana, tres organizaciones revolucionarias tuvieron el principal protagonismo. Estas fueron el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, con su Ejército Rebelde; el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular. Luego del triunfo del Primero de Enero de 1959, las tres, aunque con independencia organizativa y funcional, siguieron trabajando unidas, hasta que después de la victoria cubana en Playa Girón se unieron en una sola fuerza: las Organizaciones Revolucionarias Integradas  (ORI ), la que dio paso más tarde al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba ( PURSC ), convertido en Partido Comunista de Cuba en octubre de 1965.
Es ese el Partido no solo de los comunistas, sino de todo el pueblo cubano, el único que necesitamos y queremos, el único capaz de representar los intereses de la nación y conducirnos, unidos,  hacia las victorias de nuestro socialismo.
La gran mentira del beneficio del pluripartidismo en los Estados Unidos, lo demuestra un solo hecho: Desde 1853, hace 159 años, el poder se lo han repartido solo dos partidos, el Republicano  y el Demócrata. Ambos se unen en una misma cosa: el Partido de los millonarios, de los explotadores, de los agresores, de los enemigos de los pueblos.
Por todas estas razones, suscribimos y respaldamos las palabras de nuestro Primer Secretario del Comité Central del Partido:
 Sin el menor menosprecio a ningún otro país por tener sistemas pluripartidistas y en estricto apego al principio del respeto a la libre determinación y la no injerencia en los asuntos internos de otros estados, consagrado en la carta de las Naciones Unidas, en Cuba, partiendo de sus experiencias en la larga historia de luchas por la independencia y soberanía nacional, defendemos el sistema del partido único frente al juego de la demagogia y la mercantilización de la política”.

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