viernes, 17 de febrero de 2012

Para nuestros cinco héroes No imploramos perdón, ¡Exigimos justicia!


.Orlando Guevara Núñez

El perdón es pedido por  los culpables. Los afectados, en ese caso, están en el derecho de perdonar o no. Y quienes cometen el delito dependen  de un acto de piedad para ser eximidos de la sanción recibida. El caso de los cinco cubanos prisioneros en los Estados Unidos es todo lo contrario.
Están presos no por ser culpables, fueron condenados siendo inocentes. Son  víctimas de un proceso ilegal, violatorio de las leyes internacionales y de los propios Estados Unidos. Por eso, no vale pedir perdón para ellos, sino exigir que se restablezca la justicia y se les otorgue la libertad que nunca debieron perder.
Es el gobierno de los Estados Unidos el que debiera pedir perdón a Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, por las arbitrariedades contra ellos cometidas, por la prisión injusta durante más de 13  años, por las calumnias y privación de derechos, por las torturas psicológicas, por los castigos inmerecidos en la prisión, por la separación injustificada de sus familiares.
Veamos la falsedad de las imputaciones, por tipos de acusaciones.
Conspiración para cometer asesinato en primer grado. El único de los Cinco juzgado y sancionado por este delito fue Gerardo. Recibió pena de una cadena perpetua, aún cuando ni siquiera fue acusado por la Fiscalía, al declarar ésta que no tenía pruebas del delito. Se probó durante el juicio que él nada tuvo que ver con el derribo de dos avionetas piratas que en planes subversivos violaban el espacio aéreo cubano. Incluso quedó claro, que autoridades de la aeronáutica de Estados Unidos fueron las que informaron a Cuba sobre la salida de las avionetas con destino a nuestro territorio.
Otro de los cargos: Conspiración para cometer espionaje.  Por esa causa fueron procesados y sancionados a una cadena perpetua Gerardo, Ramón y Antonio. Fue una acusación totalmente falsa. Ninguno de los tres obtuvo ni trató de obtener información secreta. En el juicio se reconoció que ni una sola página de documentos ocupados  a ellos contenía ese tipo de información.
Su función consistía en penetrar a grupos contrarrevolucionarios y terroristas que desde territorio de los Estados Unidos operaban – y operan – desde ese país, con la mayor impunidad y probado apoyo, contra el territorio, los dirigentes y el pueblo cubano.

Conspiración para cometer delito contra los Estados Unidos, documentación falsa y ser agente extranjero sin previa declaración ante el Fiscal de ese país. Fueron otros de los cargos contra los cinco héroes cubanos.
Por estas acusaciones fueron sancionados  Gerardo, a 15 años de privación de libertad; Ramón, a 18 años; Antonio, a 10 años; Fernando, a 19 años y René, a 15 años.
Quedó probado que ninguno de los cinco conspiró para cometer delito contra los Estados Unidos .Actuaron contra la mafia. Si las autoridades de ese país, consideran eso como una agresión al gobierno, están admitiendo que gobierno y mafia terrorista son una  misma cosa.
En cuanto a la documentación falsa, el problema está claro. Tres de los Cinco: Gerardo, Ramón y Fernando, se vieron obligados a actuar bajo una falsa identidad, por el carácter de su actividad en el seno del enemigo. Pero dos elementos están a su favor. En primer lugar, ¿Hubiesen sido autorizados por la Fiscalía? Está claro que no, porque ese órgano forma parte del gobierno que agrede a la Revolución cubana y protege a quienes actúan contra ésta.
Y otro argumento de fuerza legal. En Estados Unidos existe, en materia legal, la doctrina de Estado de Necesidad, sostenida en que para evitar un delito mayor, se justifica incurrir en delitos menores. Esto es aplicable al caso de los Cinco. Porque incurrieron en esa falta menor, la identidad falsa, para evitar una mucho más grave, el terrorismo. Pero en su caso, el gobierno norteamericano violó su propia justicia.
¿Qué queda de las acusaciones? Absolutamente nada. Los Cinco fueron sancionados de forma totalmente injusta. Fue un proceso donde los absurdos  rencores políticos suplantaron las normas y la ética de la justicia norteamericana.
Pero hay otros elementos que denuncian la arbitrariedad. Suponiendo que los Cinco fueran culpables de todas las acusaciones, las sentencias fueron escandalosamente exageradas. Y muchos casos existen en ese país que por hechos similares, probados e  incluso de mayor gravedad, las sentencias han sido ínfimas, en correspondencia con las leyes.
Y otros hechos violatorios de las normas internacionales sobre los sancionados a prisión – y de las que rigen el sistema penitenciario norteamericano- son los injustificados e inhumanos castigos en el hueco. El Reglamento del Buró de Prisioneros de los Estados Unidos establece que el tiempo máximo de reclusión en esas celdas de castigo no debe exceder los 60 días. Y los Cinco han estado hasta 17 meses, aún cuando no han cometido indisciplinas que lo justifiquen. Con este proceder se viola también el Pacto Internacional de Derechos Cívicos y Políticos en su postulado de que “Nadie será sometido a tortura, ni a penas o tratos crueles, inhumanos y degradantes”.
Los Cinco, por otra parte, están siendo tratados como presos comunes, cuando en realidad son prisioneros políticos violentándose de esa forma  el sistema establecido en Estados Unidos. Y una da las más crueles e infames violaciones, es el alejamiento de los Cinco de sus familiares y la reiterada negación de visas a Adriana Pérez, esposa de Gerardo, y a Olga Salanueva, esposa de René, para visitarlos, por considerar a ambas como “una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos”. El argumento no puede ser más ridículo.
A Ramón y Antonio, en el proceso de resentencia que no eliminó la injusticia, les fueron suspendidas las sanciones de cadena perpetua. Gerardo sigue  con las dos dictadas desde el inicio, decisión contra la cual apelan actualmente sus abogados. René, luego de cumplir la sanción, está siendo obligado a permanecer en los Estados Unidos, aún a riesgo de su seguridad.
Por todas estas razones y otras muchas que podrían añadirse, lo que cabe no es pedir perdón para los cinco, sino exigir que se aplique la justicia y sean liberados de forma inmediata. El perdón deben pedirlo los transgresores a los Cinco, a su familia, al pueblo cubano, a las personas honestas que en el mundo condenan la arbitrariedad, y a su propio pueblo, por haber manchado la moral, el honor y la credibilidad de su sistema judicial.

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