miércoles, 30 de mayo de 2012

Rusia y China contra la intervención extranjera en Siria

.Orlando Guevara Núñez

La decisión anunciada de Rusia y China de vetar en la ONU cualquier intento
de intervención extranjera en Siria, pone freno a quienes han utilizado ese
organismo para apuntalar los planes intervencionistas, las agresiones y los más
bárbaros crímenes contra muchos pueblos. Creo que es un signo de que la
prepotencia imperial, encabezada por los Estados Unidos y - haciéndole coro-
las potencias europeas, tropieza con obstáculos para ejecutar su política agresiva
y de despojo en cualquier parte del mundo. De todas formas, el freno principal
tendrá que seguir siendo la voluntad y decisión de los pueblos a luchar por su
soberanía e independencia al precio que sea necesario.

lunes, 28 de mayo de 2012

Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de todos los cubanos


.Orlando Guevara Núñez



El 29 de mayo de 1870, fue fusilado por las tropas colonialistas españolas en Cuba, el patriota Oscar de Céspedes y Céspedes. Con 23 años de edad, había abandonado las aulas de la Universidad de La Habana, en la carrera de Derecho, para incorporarse a la gesta independentista iniciada el 10 de octubre de 1895.
Oscar, junto a otros patriotas, había sido hecho prisionero, junto a su esposa Manuela, tras un asalto español al campamento mambí de La Caridad, cercano al histórico poblado de Guáimaro.
El mando español, en esa ocasión, quiso utilizar el chantaje con el progenitor del joven Oscar, proponiendo la liberación del prisionero si el padre desistía de la lucha y abandonaba el país.
El padre de Oscar no era otro que Carlos Manuel de Céspedes, el máximo jefe del alzamiento revolucionario del 10 de Octubre, cuando dio libertad a sus esclavos y se lanzó a la lucha por la independencia cubana.
Siendo Presidente de la República, el máximo jefe independentista recibiò una carta del Mando español con la insultante propuesta. “En mi poder, prisionero por fuerzas a mi mando, su hijo, Oscar de Céspedes. En sus manos de usted queda su salvación, dígame por el punto que quiere embarcarse para darles absoluta garantía. Por el portador puede darme la contesta”.
Y fue entonces cuando la respuesta fue dada por la dignidad. “Primero perecerá toda mi familia y yo con ellos que traicionar a mi Patria. Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por nuestras libertades patrias”.
Fue ese el hecho de que hoy a Carlos Manuel de Céspedes se la conozca en Cuba como El Padre de la Patria. Oscar fue fusilado. Pero su padre ganó a millones de hijos que continúan venerándolo como el hombre que iniciò la Revolución continuada luego por José Martí y conducida al triunfo por el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 1ro. de enero de 1959.
Los cubanos recordamos a Oscar y a Carlos Manuel como un símbolo del espíritu inclaudicable de la familia cubana, en defensa de su libertad e independencia.

Lázaro Peña González: Semilla que sigue fructificando


Su progenitora, despalilladora de tabaco; su padre, albañil. Sumido en la pobreza y la discriminación racial por su negra piel, sus sueños juveniles se apagaban sin convertirse en realidad. Aspiró a ser violinista, fue amante del boxeo, de la pelota, de la música. Pero en su ambiente de cubano explotado, su destino fue otro: el de dirigir a la clase obrera en su lucha por la emancipación contra la opresión capitalista.
Así llegó a ser el máximo dirigente de los obreros tabacaleros. Y en 1939, al constituirse la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) fue electo para dirigir esta combativa organización.
Encarcelamientos, persecución, represión y calumnias, fueron enfrentados con valentía y patriotismo por el dirigente obrero que por su capacidad llegó a tener responsabilidades como vicepresidente de la Federación Sindical Mundial, en defensa de los obreros del mundo.
Su ideología lo llevó también a militar en las filas del Partido Comunista de Cuba.
Tuvo la dicha de ver el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959 en su patria. Y, desde el inicio, se sumó a la construcción y defensa de la obra soñada, por la cual tanto luchó. Sus méritos avalaron su elección como Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba e integrante del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Contribuyó con su experiencia a la educación de la clase obrera cubana y con su ejemplo personal estuvo siempre al frente de las tareas bajo su responsabilidad. Sobre su muerte, diría el Poeta Nacional cubano, Nicolás Guillén: "A una inteligencia brillante, sostenida siempre por la acción, Lázaro añadía el don de lo criollo. Tenía un sentido fino, delicado, realmente cortés, para presidir una asamblea, para dirigir un debate, para aclarar un concepto yendo a su raíz, sin herir susceptibilidades, lo que le permitía encausar la discusión como con mano de hierro bajo guante de seda".
Se mantuvo trabajando hasta su último aliento. Sobre esa cualidad diría el Comandante en Jefe Fidel Castro en el sepelio del dirigente obrero: "Inútil era rogarle que moderara sus esfuerzos y atendiera su salud. Era lo único en que este militante modesto, dócil y disciplinado, desatendió los ruegos de sus compañeros y las exhortaciones de su Partido". Y las propias palabras de Fidel en esa ocasión definieron la estatura del dirigente fallecido: "No venimos propiamente a enterrar a un muerto, venimos a depositar una semilla".
Este querido dirigente es recordado siempre por la clase obrera cubana como símbolo de la entrega, la fidelidad y el sacrificio.
Porque la semilla de la cual habló Fidel sigue fructificando en la obra de la Revolución.

Operación Carlota: Gloria imperecedera



A fines de mayo de 1991, con el regreso de los últimos 500 militares cubanos que permanecían en la República Popular de Angola, llegó a su fin la Operación Carlota. Se cerraba así uno de los capítulos más brillantes en la historia del internacionalismo proletario a escala universal.
En enero de 1975, Portugal, incapaz de mantener su dominio colonial sobre Angola, había pactado con organizaciones de ese país otorgarle su independencia a fines de año. Mientras, se integraría un gobierno provisional integrado por el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) dirigido por Agosthino Neto, principal representante del pueblo angolano; el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto, un conocido agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) liderada por Jonnas Savimbi, un personaje ligado a los círculos económicos dominantes y al régimen sudafricano.
El FNLA y la UNITA, se confabularon desde el inicio contra el MPLA para impedir la verdadera independencia de Angola, apoyados por gobiernos imperiales, en primer lugar los Estados Unidos, además de Francia, Inglaterra, y la complicidad de Zaire y Sudáfrica.
La fecha fijada para la independencia de Angola había sido el 11 de noviembre de 1975. Pero las fuerzas reaccionarias violando ese acuerdo, habían organizado, financiado, armado y entrenado a las tropas encargadas de evitar el inminente ascenso del MPLA al poder, a través de las elecciones anunciadas.
Ante el peligro real, el presidente del MPLA, Agosthino Neto, pidió a Cuba ayuda militar para preservar su independencia. Desde inicios de 1965, luego de un encuentro del Che con representantes de esta organización, efectuado en El Congo, Cuba se había comprometido a prestar ayuda a los guerrilleros contra el colonialismo portugués.
A inicios de agosto de 1975, el primer comandante cubano, Raúl Díaz Argüelles, inició contactos con el MPLA para concretar la ayuda militar, que al inicio consistió en instructores para cuatro centros de instrucción angolanos que organizarían, prepararían y armarían a unas cincuenta unidades de las Fuerzas Armadas para la Liberación de Angola (FAPLA).
Pero las potencias agresoras se daban prisa en su objetivo de impedir la independencia. Por el Norte y por el Sur, tropas agresoras se dirigían ya hacia Luanda, la capital, para el zarpazo.
Ante el inminente golpe que hubiese aniquilado a las fuerzas revolucionarias, Cuba decidió enviar tropas regulares y armamento apropiado para enfrentar y derrotar a los agresores. Así surgió la Operación Carlota, nombre tomado de una esclava libertaria africana que el 5 de noviembre de 1843, encabezó una rebelión en el ingenio Triunvirato, de Matanzas, contra los esclavistas españoles, siendo salvajemente asesinada, atado su cuerpo a caballos que tiraban de forma contraria, hasta descuartizarla.
El 10 de noviembre de 1975, cuando ya las tropas enemigas se preparaban para entrar al día siguiente a Luanda, se produce el combate de Quifangondo, donde fuerzas cubanas y de las FAPLA asestan una rotunda derrota a los agresores, salvando la integridad del país. Al día siguiente, 11 de noviembre, Agosthino Neto proclamaba la independencia y el nacimiento de la República Popular de Angola.
Por el Norte, las tropas agresoras retrocedieron luego de la derrota, pero quedaba la misión de establecer una línea de defensa contra las fuerzas sudafricanas y de la UNITA que avanzaban por el Sur. En esa tarea, el 10 de diciembre del mismo año, caía el jefe de la Misión Cubana, Raúl Díaz Argüelles, al ser alcanzado su vehículo por una mina antitanque.
La guerra fue dura y sin tregua. En el mes de marzo, unos 36 000 cubanos combatían junto a los angolanos para salvar su independencia. Hasta que el 27 de marzo de 1976, los últimos militares sudafricanos trascendían el río Cunene y se internaban en territorio de Namibia, país entonces dominado por el régimen del apartheid.
Sudáfrica había claudicado. La guerra parecía haber llegado a su fin. Cuba, de acuerdo con el gobierno angolano, se trazó el propósito de permanecer un tiempo más en ese país, con el objetivo de ayudar a consolidar la independencia y preparar las fuerzas angolanas encargadas de hacerlo.
Pero las potencias agresoras no se dieron por vencidas y reorganizaron la lucha que costó largos años de sacrificio altruista. Vendrían nuevas epopeyas gloriosas, entre éstas la decisiva de Cuito Cuanavale. Sudáfrica otra vez derrotada, la independencia de Angola había sido preservada, la de Namibia se había alcanzado, y el apartheid quedaba definitivamente destrozado.
La Operación Carlota, proseguiría, hasta el 25 de mayo de 1991. Ya desde 1976, el hoy General de Ejército Raúl Castro había dicho que “De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación, el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber”.
Así, el 7 de diciembre de 1989, fueron traídos a la Patria, cargados en hombros del pueblo y sepultados en la tierra que honraron, los restos de los cubanos caídos en esa y otras misiones internacionalistas.
Una información del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, publicada en el periódico Granma, Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, ofrecía detalles sobre quienes ofrendaron su vida en misiones militares y civiles en la República Popular de Angola, Etiopía y otros países.
Los datos, tomados de esa información, merecen recordarse hoy, a dos décadas de aquel día memorable.

En Angola ofrendaron su vida 2 016 hermanos nuestros, de ellos 787 en acciones combativas, 524 por enfermedades y 705 por accidentes; en Etiopía murieron 160: 39 en combates, 46 por enfermedades y 75 en accidentes. En otros países, los fallecidos fueron 113, correspondiendo 37 a los caídos en combate, 27 por enfermedades y 49 por accidentes.
Del total de 2 289 cubanos que con su sangre y su vida suscribieron la gloria y la victoria en Angola y otros países, 2 085 cumplían misiones militares y 204 estaban en tareas civiles. Ellos formaron parte de los más de 400 000 cubanos que durante esos años marcharon a otros pueblos hermanos, como combatientes y colaboradores.
La sangre de la esclava Carlota, se había unido en la historia a la de los cubanos que de ella heredaron la rebeldía y la convirtieron en arma para su libertad y en sentimiento solidario con otros pueblos del mundo.
Con sobradas razones, expresaría Raúl al término de la Operación Carlota: “La gloria y el mérito supremo pertenecen al pueblo cubano, protagonista verdadero de esa epopeya que corresponderá a la historia aquilatar en su más profunda y perdurable trascendencia”.


El Uvero: Atrevido y desafiante ataque guerrillero

                                         
Orllando Guevara Núñez


Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro calificó al combate de El Uvero, desarrollado el 28 de mayo de 1957, como un atrevido y desafiante ataque, estaba definiendo, en toda su dimensión, el carácter de aquella acción rebelde donde, al decir del Che, la guerrilla revolucionaria alcanzó su mayoría de edad.
Luego de la primera victoria guerrillera en La Plata, el 17 de enero de 1957, seguida de otras acciones que reafirmaban la presencia de Fidel en la Sierra Maestra, la capacidad de los rebeldes para tomar cuarteles de la tiranía batistiana y su disposición para continuar la lucha armada hasta la victoria final, vino una etapa de reorganización y adaptación de los combatientes a las duras condiciones de la guerra en las montañas.
A los expedicionarios del Granma y a los obreros y campesinos unidos a ellos, se había sumado –en el mes de marzo- el primer refuerzo de medio centenar de combatientes enviados a la Sierra Maestra por el héroe de la lucha clandestina, Frank País García. Se estudiaba los movimientos del ejército enemigo en el territorio, con el propósito de emboscarlo y causarle la mayor cantidad posible de bajas.
El ataque a Uvero no formaba parte entonces de los objetivos rebeldes. Pero un acontecimiento determinó su inclusión en éstos. El 24 de mayo desembarcó por la costa norte de Oriente un grupo de revolucionarios con el fin de llegar a la Sierra Cristal y desarrollar la lucha armada para derrocar al tirano Fulgencio Batista. La expedición, dirigida por Calixto Sánchez White, había salido de Miami, Estados Unidos.
Ese grupo no tenía relación alguna con el Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Pero al conocer la noticia, Fidel planteó la necesidad de apoyarlo y fue ese gesto solidario, humano y altruista el que lo condujo a concebir el ataque al cuartel de El Uvero. El Comandante en Jefe sintió como suyos los angustiosos momentos que estarían atravesando los expedicionarios del Corynthia, como los habían sufrido meses atrás los del Granma.
El 27 de mayo, según testimonio del Che, Fidel reunió al Estado Mayor Rebelde y le anunció que en las próximas 48 horas tendrían combate. Las órdenes fueron muy concretas: tomar las postas y acribillar a balazos el cuartel.
En el amanecer del 28 de mayo, un disparo salido del fusil con mira telescópica del máximo jefe rebelde, inició el combate, en el cual lucharon con tesón las dos partes contendientes durante unas tres horas.
En su relato sobre este combate, en Pasajes de la guerra revolucionaria, el Che fija en 53 los defensores del cuartel de El Uvero y en unos 80 los de la guerrilla. Y un testimonio de la crudeza de la lucha, lo dan por sí solas las cifras de bajas de ambas partes. Los ocupantes del cuartel tuvieron 14 muertos, 19 heridos y 14 prisioneros. Sólo seis soldados lograron escapar.
Los atacantes tuvieron 15 bajas, entre ellos siete muertos. Más de la tercera parte de los contendientes quedaron fuera de combate.
Allí cayeron heroicamente el teniente Julio Díaz González, combatiente del Moncada y expedicionario del Granma, quien peleaba justo al lado de Fidel; el también teniente Emiliano Díaz Fontaine (Nano); y los combatientes Eligio Mendoza Díaz, Gustavo Moll Leyva, Francisco Soto Hernández, Anselmo Vega Verdecia y Emiliano R. Sillero Marrero.
Terminado el combate, se produjo un hecho que reveló la diferencia del sentido humanitario, ética militar y respeto a los vencidos por parte del ejército guerrillero y el opresor. El Che, único médico rebelde, atendió a los heridos de ambos bandos. Los prisioneros fueron respetados y se compartió con ellos los pocos alimentos disponibles. Mientras tanto, durante esa misma mañana, 16 expedicionarios del Corynthia hechos prisioneros eran brutalmente asesinados.
En El Uvero, dos combatientes revolucionarios heridos, por su gravedad, quedaron en poder del ejército batistiano, bajo palabra de honor del médico militar de que serian respetadas sus vidas. Ellos fueron Emiliano R. Sillero y Mario Leal. El primero murió poco después y el segundo sobrevivió y sufrió prisión hasta el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.
Heridos resultaron el entonces capitán  Juan Almeida Bosque, en el brazo y pierna izquierdos; los tenientes Félix Pena y Miguel Ángel Manals, además de los combatientes Mario Maceo, Manuel Acuña, Enrique Escalona, Hermes Leyva y el ya mencionado Mario Leal.
La trascendencia histórica y el valor derrochado por los combatientes revolucionarios aquel 28 de mayo de 1957, han sido definidos por sus principales protagonistas.
La importancia de esa acción, fue calificada por Fidel como “El primer combate de proporciones grandes librado contra aquellas fuerzas de la tiranía por los revolucionarios”. Nuestros hombres- precisó el máximo jefe del Ejército Rebelde- tomaron por asalto cada posición, avanzando sobre las balas y combatiendo largamente. Todo lo que se diga sobre la valentía con que lucharon, no acertaría a describir el heroísmo de nuestros combatientes. El capitán Almeida dirigió un avance casi suicida con su pelotón. Sin tanto derroche de valor, no habría sido posible la victoria”.
El entonces capitán y hoy General de Ejército Raúl Castro, afirmaría luego que “Almeida fue el alma del combate  y el Che comenzó a destacarse allí como guerrillero. El encuentro de El Uvero nos dio categoría de tropa experimentada”.
El propio Che dijo que “A partir de entonces se acrecentó la moral guerrillera, igual que la decisión  y esperanzas de triunfo”, añadiendo que los guerrilleros- luego de El Uvero- estaban en posesión del secreto de la victoria. Esa acción, aseveró, sellaba la suerte de los pequeños cuarteles situados lejos de las agrupaciones mayores del ejército de Batista.
En el combate fueron ocupadas varias armas, entre ellas 45 fusiles – 24 garand semiautomáticos y 20  marca springfield, además de un fusil ametralladora browning y unas 6 000 balas calibre 30.06, junto a otros pertrechos de guerra. Así lo atestigua el máximo jefe guerrillero, el compañero Fidel.
El Ejército Rebelde continuaba así desarrollando una tradición iniciada en La Plata y que sería una constante durante toda la guerra: su principal fuente de abastecimiento de armas sería el arrebato de ellas al enemigo. Poco a poco, las viejas escopetas de cacería cedían su lugar, en las manos de los combatientes, a las armas mejor adecuadas para la lucha. “Cuando aprendimos a quitarles las armas al enemigo- diría Fidel- habíamos aprendido a hacer la Revolución, habíamos aprendido a hacer la guerra, habíamos aprendido a ser invencibles, habíamos aprendido a vencer”.
Medio siglo y un lustro  nos separan ya de aquel atrevido y desafiante ataque rebelde. Los nombres de los revolucionarios  caídos en aquella acción, sin embargo, se agigantan en el tiempo, en la historia y en la memoria agradecida de sus compañeros de lucha y de las generaciones herederas de la obra cimentada con la vida que ellos ofrendaron.
En la localidad de El  Uvero, asentada en el actual municipio santiaguero de Guamà, abrazada por el Mar Caribe y las majestuosas montañas de la Sierra Maestra, afianzada en el mismo escenario del combate del 28 de mayo de 1957, revivirá otra vez el eco de los disparos rebeldes que - más allá de sobre un cuartel enemigo y sus ocupantes- hicieron blanco en el corazón de un sistema social injusto, erradicado en Cuba y recordado sólo como parte de un pasado sin presente ni futuro en la patria de Martí y de Fidel.
En  ocasión de cumplirse el aniversario 48 de la crucial victoria rebelde, los restos de cinco de los caídos en El Uvero fueron depositados definitivamente en el Mausoleo de los Mártires de la Revolución, en el cementerio Santa Ifigenia, cercano al recinto que atesora los de nuestro Héroe Nacional, José Martì.
Emiliano Díaz Fontaine, Gustavo Moll Leyva, Francisco Soto Hernández, Anselmo Vega Verdecia y Emiliano Rigoberto Sillero Marrero, descansan en este lugar, custodiados por su pueblo. En su natal Artemisa, están los restos de Julio Díaz González y allí recibirá él  también –al igual que aquí- el homenaje sentido de todos los cubanos. El cadáver del otro caído, Eligio Mendoza Díaz, no apareció nunca. Fue recogido por el ejército de Batista y trasladado junto a sus muertos hacia Santiago de Cuba, destino al cual no llegó, lo que hace presumir su lanzamiento al mar. Pero Eligio, el campesino que sirvió de práctico a la guerrilla y murió combatiendo en El Uvero, tiene también su tumba  en el corazón del pueblo.
Para todos ellos, en nuestro pueblo ganan fuerza de presencia las emotivas palabras de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, el 28 de mayo de 1965, cuando al rememorar aquellos momentos de dolor afirmó: “Nosotros desde aquel día los tenemos más en nuestro recuerdo y en nuestra memoria. Y viven en la obra de la Revolución, en cada escuela construida en la Sierra, en cada hospital, en cada camino, en cada obra revolucionaria”.
El arrojo, la moral, el sacrificio, la decisión, el triunfo y la sangre derramada hace 55 años en el combate de El Uvero, continúan guiando a nuestro pueblo en sus actuales retos y hacia sus presentes y futuras victorias.

jueves, 24 de mayo de 2012

Mi decisión de cubano

Noticias - Opinion
Santiago de Cuba, mayo 24:- Soy cubano. Vivo con plena libertad. Ejerzo mi derecho a elegir a mis dirigentes y a revocarlos si faltaran a su deber. Participo activamente en la discusión de las principales leyes que rigen la vida política, económica y social de mi país. Y las apruebo. Tengo el derecho a discrepar y a recibir respuesta. Soy diabético y recibo atención médica gratuita, como todos los cubanos. En mi hogar somos cuatro universitarios y dos que cursan ese nivel educacional, sin erogar un solo centavo por ese beneficio.
Vivo en un país sin el flagelo de la droga. La represión policial, la persecución y la tortura dejaron de existir desde hace más de medio siglo. Frecuento la calle a cualquier hora del día, de la noche y de la madrugada, sin el peligro de un asalto.
Soy dueño de la vivienda que habito. Con mi salario de 465 pesos mensuales, y los de otros tres miembros del núcleo familiar que trabajan, vivo de forma decorosa.
En mi país, no hay campesinos parias en su propia tierra, ni obreros explotados, ni seres humanos sin igualdad de derechos y de oportunidades.
Tengo un auto particular, paralizado por falta de neumáticos. Sin ese servicio puedo vivir, lo que no podría hacer si me falta un medicamento importante o un servicio médico vital e incluso los alimentos que hasta ahora recibo de forma subsidiada. Comprendo que para el país es más prioridad invertir divisas en asegurar esos recursos para mi vida que en neumáticos para mi auto. Las dos cosas son importantes, pero mi seguridad vale más.
Cuando mis dos nietos se gradúen, tendrán empleo asegurado. Nunca sufrirán los grilletes de la esclavitud. Ni vivirán en una sociedad donde el hombre sea lobo del hombre y no su hermano.
Vivo orgulloso de la historia de mi país. Orgulloso de Fidel y de Raúl, de mi Partido Comunista y de mi pueblo.
Esos derechos, patrimonios de todo el pueblo, surgieron con el triunfo revolucionario del 1ro. de 1959. Pero la Revolución no solo nos dio esos derechos. Nos dio también un fusil para defenderlos. Y eso lo venimos haciendo hace más de medio siglo.
Desde que tenía 16 años de edad -ahora tengo 69- vivo bajo el rigor del bloqueo norteamericano. El imperio no ha logrado, como se lo propuso, matarnos por hambre y enfermedades o doblegarnos por temor. Ese bloqueo lo que ha logrado es convertirnos en un pueblo de gigantes.
Tal como contabilizan con orgullo los pilotos sus horas de vuelo, podemos contar los revolucionarios cubanos las horas vividas en las trincheras, bajo la lluvia y el Sol, prestos al combate y expuestos al holocausto como precio a defender el derecho a seguir siendo lo que somos y no regresar algún día a lo que fuimos.
Esos y otros muchos, son los derechos que disfruto, incluidos los de defender mi Revolución, mi Patria y mi Socialismo.
Y nadie, absolutamente nadie, puede objetarme esa decisión de cubano.



. Orlando Guevara Núñez

Soy cubano. Vivo con plena libertad. Ejerzo mi derecho a elegir a mis dirigentes y a revocarlos si faltaran a su deber. Participo activamente en la discusión de las principales leyes que rigen la vida política, económica y social de mi país. Y las apruebo. Tengo el derecho a discrepar y a recibir respuesta. Soy diabético y recibo atención médica gratuita, como todos los cubanos. En mi hogar somos cuatro universitarios y dos que cursan ese nivel educacional, sin erogar un solo centavo por ese beneficio.
Vivo en un país sin el flagelo de la droga. La represión policial, la persecución y la tortura dejaron de existir desde hace más de medio siglo. Frecuento la calle a cualquier hora del día, de la noche y de la madrugada, sin el peligro de un asalto.
Soy dueño de la vivienda que habito. Con mi salario de 465 pesos mensuales, y los de otros tres miembros del núcleo familiar que trabajan, vivo de forma decorosa.
En mi país, no campesinos parias en su propia tierra, ni obreros explotados, ni seres humanos sin igualdad de derechos y de oportunidades.
Tengo un auto particular, paralizado por falta de neumáticos. Sin ese servicio puedo vivir, lo que no podría hacer si me falta un medicamento importante o un servicio médico vital e incluso los alimentos que hasta ahora recibo de forma subsidiada. Comprendo que para el país es más prioridad invertir divisas en asegurar esos recursos para mi vida que en neumáticos para mi auto. Las dos cosas son importantes, pero mi seguridad vale más.
Cuando mis dos nietos se gradúen, tendrán empleo asegurado. Nunca  sufrirán  los grilletes de la esclavitud. Ni vivirán en una sociedad donde el hombre sea lobo del hombre y no su hermano.
Vivo orgulloso de la historia de mi país.  Orgulloso de Fidel y de Raúl, de mi Partido Comunista y de mi pueblo.
Esos derechos, patrimonios de todo el pueblo, surgieron con el triunfo revolucionario del 1ro. de 1959. Pero la Revolución no solo nos dio esos derechos. Nos dio también un fusil para defenderlos. Y eso lo venimos haciendo hace más de medio siglo.
Desde que tenía 16 años de edad – ahora tengo 69- vivo bajo el rigor del bloqueo norteamericano. El imperio no ha logrado, como se lo propuso, matarnos por hambre y enfermedades o doblegarnos por temor. Ese bloqueo lo que ha logrado es convertirnos en un pueblo de gigantes.
Tal como contabilizan con orgullo los pilotos sus horas de  vuelo, podemos contar los revolucionarios cubanos las horas vividas en las trincheras, bajo la lluvia y el Sol, prestos al combate y expuestos al holocausto como precio a defender el derecho a seguir siendo lo que somos y no regresar algún día a lo que fuimos.
Esos y otros muchos, son los derechos que defiendo, incluidos los de defender mi Revolución, mi Patria y mi Socialismo.
Y nadie, absolutamente nadie, puede objetarme esa decisión de cubano.

domingo, 20 de mayo de 2012

20 de mayo de 1902 Cuba, ¿República independiente o neocolonia de Estados Unidos?




.Orlando Guevara Núñez

Antes de 1959, en Cuba se celebraba el 20 de mayo como día de la independencia. Se nos decía en las escuelas que ese día había nacido la República independiente, que había cesado el dominio español y desde entonces teníamos la más plena libertad. Todo eso, se agregaba, gracias a la “generosa ayuda” del gobierno de los Estados Unidos, a quien debíamos  eterno agradecimiento.
Nuestra historia había sido totalmente falseada, en interés de los gobiernos de turno y de sus amos imperiales. La cruda verdad es que el 20 de mayo de 1902 Cuba dejó de ser colonia de España para convertirse en neocolonia de los Estados Unidos de América.
En 1898, después de 30 años de heroica lucha, el Ejército Libertador Cubano tenía virtualmente derrotado al ejército colonial español. Ya España no podía sostener la guerra desde el punto de vista militar, ni económico, ni político. La moral colonial se había desplomado ante el empuje del independentismo.
Fue ése el momento aprovechado por el gobierno de los Estados Unidos, tomando como pretexto la explosión del vapor El Maine, para satisfacer sus viejos deseos de intervenir en Cuba y materializar sus sueños de anexión. Sólo con el apoyo del Ejército Libertador Cubano (Mambì) pudieron lograr el objetivo de desembarcar y vencer en los postreros combates al ejército colonial. Esa, la llamada guerra hispano-cubano-norteamericana, sería calificada por el líder del proletariado mundial, Vladimir Ilich  Lenin, como la primera guerra imperialista en la historia de la humanidad.
Pero terminada la contienda bélica, ¿Fue Cuba verdaderamente libre? ¿Fue altruista o infame el gesto del gobierno de los Estados Unidos?
Una breve ojeada histórica demuestra todo lo contrario a lo que nos enseñaban en las escuelas, con pocas excepciones donde educadores patriotas se esforzaba por desentrañar la mentira.
El 10 de febrero del mismo 1898, tiene lugar el Tratado de Paris, que ponía fin oficialmente al colonialismo español en Cuba. La primera gran injusticia y ofensa a la dignidad de los cubanos, fue su exclusión de esa negociación. Estados Unidos negoció una libertad que no había ganado y España renunció a un derecho que había perdido frente a los cubanos.
Estados Unidos no estaba dispuesto a desarrollar una guerra armada contra el ejército revolucionario cubano que había derrotado a una potencia colonial después de tres décadas de cruentas luchas. Y preparó las condiciones para apropiarse de la Isla por una vía menos costosa en la cual debía ganar, además, el crédito de libertador.
Concluida la guerra, el ejército norteamericano mantuvo su ocupación y en sus manos y las del gobierno de ese país quedaba maniatada la libertad y la independencia del pueblo cubano.
El 16 de junio de 1900, por la Orden Militar 164, norteamericana, se celebran las primera elecciones de alcaldes, concejales, tesoreros, jueces municipales y correccionales. La llamada democracia norteamericana ponía de relieve su verdadera esencia. Podía votar sólo los hombres mayores de 21 años, no podían hacerlo las mujeres, había que saber leer y escribir, tener un capital de no menos de 250 pesos o haber servido en el Ejército Libertador, sin  “notas desfavorables” en su expediente.
Por esas y otras  restricciones impuestas, sólo el 14 por ciento de la población con edad para hacerlo ejerció el voto. No obstante, los resultados no fueron los esperados para la potencia imperial.
Iguales elecciones tuvieron lugar en junio de 190l. Pero con mayores limitaciones a las que se sumaron medidas coercitivas y fraudes para garantizar una mayoría de votos a favor de los candidatos que representaran los intereses yanquis.
Otra Orden Militar, esta vez la 91, rigió las reglas de esas elecciones. Los electores sólo podían elegir al 60 por ciento de los concejales. Se rechazaba la inscripción de personas con derecho a hacerlo. Se ocultaron las listas de electores a los votantes para que éstos no pudieran verificar si sus nombres figuraban en ellas. Se cambiaban nombres, lo que invalidaba luego el voto. Se utilizaron coacciones, se instrumentaron rejuegos en las mesas electorales y se negó el voto a los participantes  en las gestas independentistas contra España. De esa “lección democrática” aprendieron luego los sucesivos gobiernos cubanos amamantados por los Estados Unidos de América.
Al llegar las elecciones presidenciales de 1901, los atropellos a la nación cubana fueron mucho más allá. Tres candidatos hubo inicialmente para esos comicios. El Generalísimo Máximo Gómez Báez, héroe de las gestas independentistas cubanas, al ver los rejuegos que dominarían ese proceso, renunció a su candidatura. Igual lo hizo otro patriota, el Mayor General Bartolomé Masò, quien se opuso a acatar los designios norteamericanos para esas elecciones.
Siendo así, un solo aspirante quedó para las votaciones: Tomás Estrada Palma, quien había sucedido a José Martì como Delegado del Partido Revolucionario Cubano y para su aspirantura debió renunciar a la ciudadanía norteamericana, que poseía desde 26 años atrás. Este hombre, que había traicionado el ideal y la causa martiana y era incondicional al gobierno yanqui, accedía de esa forma al poder, en unas elecciones donde votó apenas el 7 por ciento de los cubanos con edad para hacerlo.
Pero eso no bastaba a los intereses norteamericanos en Cuba. Se necesitaba algo más seguro, más eficaz. Y surgió de esa forma la Enmienda Platt.
El 28 de febrero de 1901, el senador norteamericano Orville H. Platt, propuso una enmienda a la Ley de Gastos del Ejército, la cual, una vez aprobada por su país, debía anexarse a la Constitución cubana que regiría la nuevo República. O aceptación de esa enmienda o se mantendría a Cuba bajo la ocupación militar. Esa fue la disyuntiva.
Fue una enmienda que ataba a Cuba en lo militar, lo político y lo económico, al designio de los Estados Unidos.
Uno de sus artículos, separó a  Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) de la jurisdicción cubana, afrenta que se mantuvo hasta 1925. Otro atribuía a Estados Unidos el derecho a las intervenciones militares en nuestro país, bajo el falso pretexto de conservar la independencia, mantener un gobierno adecuado, proteger vidas, propiedades y la libertad.
Cuba estaba obligada también al arrendamiento de servicios a Estados Unidos para que éste pudiera mantener la independencia y proteger la defensa de la Isla. De ese engendro nació la actual Base Naval de Guantánamo, que aún se mantiene contra la voluntad del pueblo cubano y es utilizada como centro internacional de torturas y crímenes por el gobierno norteamericano, pese a las reiteradas denuncias hechas en los más altos organismos internacionales.
Cuba, además, quedaba impedida de establecer tratados o convenios con otro poder, ni adquirir deudas públicas que no fueran con el gobierno imperial.
El propio Tomás Estrada Palma, disolvió el Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martì para hacer la Revolución y dirigir luego los destinos de la nación cubana. El Ejército Libertador había disuelto. ¿Cuál independencia y cuál libertad, les quedaba a los cubanos cuando el 20 de mayo de 1902 fue proclamada la República?  Después de 30 largos años de lucha, ¿República independiente o  neocolonia norteamericana?
El mismísimo gobernador militar estadounidense en Cuba durante la ocupación, Leonard Wood, dejó claros los resultados y las proyecciones a raíz de la aplicación de la Enmienda Platt. Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es la anexión (…) Es bien evidente que está absolutamente en nuestras manos (…) Con el control, que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo (…) La Isla se norteamericanizarà gradualmente y a su debido tiempo contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo.

La verdadera independencia, libertad, soberanía y libre autodeterminación, tendría que esperar 60 años más, hasta que el primero de enero de 1959 fue proclamado por el Comandante en Jefe Fidel Castro el triunfo de la Revolución cubana.
En esa verdad histórica, reside el odio visceral de los gobiernos norteamericanos y los reaccionarios de origen cubano a nuestro proceso revolucionario. Por eso, para esa jauría de lobos, el 20 de mayo continúa siendo una “fecha patriótica”  utilizada  para reverdecer su rabia y sus histéricos  aullidos contra Cuba. 



sábado, 19 de mayo de 2012

José Martí Pérez Continúa viviendo en el alma de la Patria


Orlando Guevara Núñez

La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente y fructifican las ideas que en él se elaboraron. Con estas palabras, José Martí, Héroe Nacional de Cuba, retrató su propia vida.
Su pensamiento continúa siendo guía del pueblo cubano y trascendiendo fronteras para insertarse cada vez más en la conciencia de los pueblos latinoamericanos a los que defendió frente al peligro del imperio norteamericano.
En la historia falseada que se nos enseñaba a los cubanos en las escuelas, antes del triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959, se nos hablaba del Martí poeta, de su nacimiento, de su muerte el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, y de memoria aprendíamos algunos de sus pensamientos. Pero se ocultaba la esencia libertaria, independentista y antiimperialista de su prédica. Muchos maestros, sin embargo, imbuidos de ese pensamiento martiano, inculcaban a sus alumnos las verdaderas ideas del Apóstol cubano. El nombre de Martí fue uno de los primeros que aprendimos y escribimos desde los primeros años de la enseñanza.
No se estudiaba con profundidad, sin embargo, al Martí que desde los apenas 16 años de edad sufrió el presidio político por su enfrentamiento al colonialismo español, su deportación a España, su peregrinar por varios países latinoamericanos y los Estados Unidos, sin un solo minuto de descanso en aras de la libertad e independencia de Cuba.
Conocíamos poco del Martí periodista, político, revolucionario, organizador, fundador del Partido Revolucionario Cubano –Partido único porque no hacían falta otros- para conquistar la independencia cubana y contribuir a la de Puerto Rico.
No se divulgaba en toda su dimensión la intensa labor de Martí en el exilio para reorganizar y unir a los patriotas que habían luchado  en la manigua cubana durante la guerra iniciada el 10 de octubre de 1868, concluida diez años después, tras el vergonzoso Pacto del Zanjón, sin conquistar la independencia anhelada.
Fue una guerra perdida no por la acción de las armas españolas, sino por la debilidad que en las filas cubanas tuvo como origen la falta de unidad y las divisiones que hicieron vulnerable su fuerza.
La Protesta de Baraguá, protagonizada por el General Antonio Maceo Grajales, el 15 de marzo de 1878, mantuvo viva la idea de la Revolución que tomaría el descalabro no como una derrota definitiva, sino como una tregua –la tregua fecunda, al decir de Martí- para reorganizar y reiniciar la lucha cuando fuese posible.
Martí logró su objetivo de unir y organizar a los principales jefes independentistas, y preparó la guerra que estallaría el 24 de febrero de 1895 en Baire y otras muchas localidades, principalmente de la heroica y siempre rebelde región oriental cubana.
Al caer en combate frente a las fuerzas españolas, nuestro Héroe Nacional había cumplido bien la obra de su vida. No pudo ver realizados sus sueños de libertad e independencia, pero sus ideas continuarían fructificando entre los cubanos que las sentían y las defendían.
La intervención militar del gobierno imperialista de los Estados Unidos, en 1898 - cuando ya España era incapaz desde el punto de vista militar, económico y político, de mantener su dominio colonial en Cuba - impidió el triunfo del Ejército Libertador Cubano. Cuba pasaba, con esa ingerencia que Vladimir Ilich Lenin calificó como la primera guerra imperialista en la historia de la humanidad, de colonia de España a neocolonia de los Estados Unidos.
Pero las ideas martianas no murieron, pese a que los corruptos políticos de turno trataban de ocultarlas o mediatizarlas. La figura y la obra martianas eran tan inmensas que no podían ser arrancadas de la conciencia de los cubanos.
Ya en 1925, el joven revolucionario Julio Antonio Mella, al fundar el Partido Comunista de Cuba, fue el primero en unir las ideas revolucionarias martianas con la doctrina del marxismo para continuar la lucha inconclusa por el holocausto de Dos Ríos. En esa fundación, estuvo junto a Mella el luchador Carlos Baliño, quien en 1892 había creado con Martí el Partido Revolucionario Cubano. Dos etapas se fundían en un mismo ideal: la libertad y la independencia de Cuba, ahora con proyecciones más avanzadas, en correspondencia con la época, desde el punto de vista social, político y económico.
Julio Antonio Mella, perseguido ferozmente por sus ideas, tuvo que marchar al exilio político en México, hacia donde fue  con el objetivo de organizar desde allí la lucha revolucionaria en Cuba, pero fue asesinado en plena calle de ese país, el 10 de enero de 1929, por pistoleros pagados por el gobierno tiránico cubano de Gerardo Machado.
Otros muchos luchadores, entre ellos Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras Holmes –fallecido el primero por tuberculosis y el segundo asesinado el 8 de mayo de 1935 cuando trataba de salir para México a organizar  la lucha armada que debía desarrollar luego en Cuba, fueron seguidores de la prédica martiana.
El 28 de enero de 1953, se cumplió el centenario del natalicio de José Martí. Y en ese año fructificaron con mayor fuerza sus ideas en la conciencia de los cubanos, principalmente impulsadas por un grupo de jóvenes liderados por el entonces joven abogado Fidel Castro Ruz.
Un mar de antorchas en la capital cubana, y manifestaciones en otras ciudades, era el preludio del inicio de una lucha que no concluiría hasta convertir en realidad los sueños martianos.
Pocos meses después, el 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes, con el propio Fidel Castro al frente, realizaría el ataque a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo. Las ideas martianas rompían los mármoles que las encerraban y se esparcían rebeldes por las calles y los campos cubanos.
No fue casual que cuando en el juicio seguido por estos sucesos, uno de los juzgados sin tener participación, le preguntara a Fidel si no era cierto que él no era autor intelectual del asalto, el jefe de la acción le contestara que nadie debía preocuparse de que lo acusaran de ser autor intelectual del asalto, por el verdadero actor intelectual  era José Martí.
En su alegato de autodefensa por esos hechos, el 16 de octubre de 1953, Fidel afirmaría ante el Tribunal que al final lo condenó a 15 años de privación de libertad: Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive,  no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!
Las ideas martianas, efectivamente no murieron. Se nutrieron con la sangre de 61 combatientes del Moncada y del Carlos Manuel de Céspedes caídos
-55 de ellos asesinados- fueron al presidio, marcharon al exilio en México, navegaron en el yate Granma, escalaron las montañas, recorrieron las calles y los campos, hicieron la guerra, derrocaron a la tiranía, y protagonizaron la victoria revolucionaria del 1ro. de enero de 1959.
Hoy Martí está presente en todas las luchas del pueblo cubano. De él aprendimos los cubanos que los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre; que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de que lado está el deber y que el deber de un hombre está allí donde es más útil. De él heredamos el latinoamericanismo y el antiimperialismo. Martí nos legó que un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército. Nos legó también el valor de la unidad y de la resistencia como fundamento del triunfo.
Los cubanos hemos tenido la gloria de contar con el discípulo más aventajado de José Martí: nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, quien ha sido capaz de materializar sus sueños y de aplicar junto a todo el pueblo los principios que proclamó rodeado de bayonetas ante  el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953.
Las ideas martianas están en toda la obra de la Revolución, cada día con mayor fuerza de presencia.
Porque la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.