Orlando Guevara Núñez
¡Ahora sí ganamos la guerra! Esa afirmación de Fidel, cuando el 18 de diciembre de 1956 se reencontró con Raúl después del desembarco del Granma, demuestra la confianza ilimitada en el triunfo - aún en las condiciones más adversas - del máximo jefe guerrillero. Eran sólo siete armas, menos que la escasa cantidad de hombres, para luchar contra un ejército de más de 40 000 efectivos bien armados y asesorados por el gobierno norteamericano.
La concepción de Fidel sobre las posibilidades de una lucha larga contra la tiranía, estaba basada no en que le entraran más armas por otras vías. La convicción era que éstas debían ser arrebatadas al enemigo. Y así sucedió durante toda la guerra.
El 17 de enero de 1957, en La Plata, primer combate victorioso del naciente ejército Rebelde, fueron ocupados nueve fusiles con mil tiros y una ametralladora con 150 proyectiles. Terminada esa acción, por primera vez los guerrilleros tuvieron más armas que hombres. Días después, en el combate de Llanos del Infierno, se ocupó un fusil garand.
En mayo de ese mismo año, llegó a la Sierra Maestra un grupo de armas enviadas por los luchadores clandestinos. El Che fijó la composición de éstas en tres ametralladoras trípode, tres fusiles automàticos, nueve carabinas M-1 y diez fusiles automàticos, con un parque de unos 6 000 tiros.
En el combate de Uvero, el 28 de mayo de 1957, uno de los más cruentos de la guerra revolucionaria, el ejército Rebelde ocupó al enemigo 45 armas, entre ellas 24 garand semiautomáticos, 20 sprinfield y un fusil ametralladora browning, a los que se sumaron unas 6 000 balas.
Así, de combate en combate, la guerrilla fue cambiando y mejorando su armamento, sustituyendo muchas rudimentarias escopetas con las cuales se habían alzado muchos combatientes.
En los combates de Pino del Agua (septiembre del 57 y febrero de 1958) tal como lo especifica el Che en Pasajes de la guerra revolucionaria, fueron ocupadas 46 armas, entre ellas 41 fusiles y cinco ametralladoras.
Cada acción rebelde, dejaba un saldo de armas que pasaban de manos del ejército batistiano a las del ejército Rebelde. Armas, desde luego, en cantidades muy inferiores a las necesarias, pero que en poder de los rebeldes multiplicaban su efectividad.
En varios textos se ha escrito que cuando en mayo de 1958 la tiranía inició la llamada Ofensiva de Verano o Plan FF (Fin de Fidel) las tropas rebeldes en la Sierra Maestra contaban con 300 fusiles para enfrentar a una fuerza de más de 10 000 hombres bien armados, apoyados por tanques, artillería, aviación y la Marina de Guerra.
Pero la capacidad para arrebatar las armas al enemigo creció entonces en dimensión. En la Batalla de Guisa – del 20 al 30 de noviembre de 1958- dirigida personalmente por el Comandante en Jefe Fidel Castro, pasaron al poder rebelde un tanque de guerra T-17, además de 94 fusiles ametralladoras, garand, springfield y ametralladoras San Cristóbal. Además, siete ametralladoras 30 y 55 000 balas. Súmense 130 granadas de garand, 70 obuses de mortero 60 y 25 de 81, una bazuca y veinte cohetes de ese tipo de arma. Esa Batalla abrió el camino a la Operación Santiago.
En Jiguaní, el 19 de diciembre, al liberar a ese poblado luego de un duro combate que costó la vida a 12 combatientes rebeldes, entre ellos al capitán Ignacio Pérez Zamora, ascendido póstumamente a Comandante, unas 70 armas fueron ocupadas; en Palma Soriano fueron arrebatadas 357 y en Maffo 130, en todos los casos con numeroso parque.
Las cifras aquí expuestas son sólo una muestra, pues los resultados de otras muchas acciones y fuerzas guerrilleras incrementan el número de armas obtenidas en combate por el ejército Rebelde. Muchos combatientes, para poder alzarse, tuvieron que arrebatarle un arma a un soldado batistiano.
En el II Frente Oriental, por ejemplo, las fuerzas rebeldes ocuparon 1 216 armas largas, 168 cortas y más de 176 000 tiros de diversos calibres, además de seis aviones.
Al escribir sobre la Batalla de Santa Clara, el Che apunta en relación con el tren blindado descarrillado, que “En pocas horas se rendía la dotación completa, con sus 22 vagones, sus cañones antiaéreos, sus ametralladoras del mismo tipo, sus fabulosas cantidades de municiones (…).
Cierto es que en algunas ocasiones el ejército Rebelde recibió armas por otras vías, pero la fundamental, decisiva, fue la nacida de la estrategia de Fidel: arrebatárselas al enemigo.
Por eso expresaría el Comandante en Jefe, ya alcanzado el triunfo: “Cuando aprendimos a quitarles las armas al enemigo, habíamos aprendido a hacer Revolución, habíamos aprendido a hacer la guerra, habíamos aprendido a ser invencibles, habíamos aprendido a vencer”.
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