Escrito por Orlando Guevara Núñez
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Opinion
Santiago de Cuba,
mayo 24:- Soy cubano. Vivo con plena libertad. Ejerzo mi derecho a
elegir a mis dirigentes y a revocarlos si faltaran a su deber. Participo
activamente en la discusión de las principales leyes que rigen la vida
política, económica y social de mi país. Y las apruebo. Tengo el derecho
a discrepar y a recibir respuesta. Soy diabético y recibo atención
médica gratuita, como todos los cubanos. En mi hogar somos cuatro
universitarios y dos que cursan ese nivel educacional, sin erogar un
solo centavo por ese beneficio.Vivo en un país sin el flagelo de la droga. La represión policial, la persecución y la tortura dejaron de existir desde hace más de medio siglo. Frecuento la calle a cualquier hora del día, de la noche y de la madrugada, sin el peligro de un asalto.
Soy dueño de la vivienda que habito. Con mi salario de 465 pesos mensuales, y los de otros tres miembros del núcleo familiar que trabajan, vivo de forma decorosa.
En mi país, no hay campesinos parias en su propia tierra, ni obreros explotados, ni seres humanos sin igualdad de derechos y de oportunidades.
Tengo un auto particular, paralizado por falta de neumáticos. Sin ese servicio puedo vivir, lo que no podría hacer si me falta un medicamento importante o un servicio médico vital e incluso los alimentos que hasta ahora recibo de forma subsidiada. Comprendo que para el país es más prioridad invertir divisas en asegurar esos recursos para mi vida que en neumáticos para mi auto. Las dos cosas son importantes, pero mi seguridad vale más.
Cuando mis dos nietos se gradúen, tendrán empleo asegurado. Nunca sufrirán los grilletes de la esclavitud. Ni vivirán en una sociedad donde el hombre sea lobo del hombre y no su hermano.
Vivo orgulloso de la historia de mi país. Orgulloso de Fidel y de Raúl, de mi Partido Comunista y de mi pueblo.
Esos derechos, patrimonios de todo el pueblo, surgieron con el triunfo revolucionario del 1ro. de 1959. Pero la Revolución no solo nos dio esos derechos. Nos dio también un fusil para defenderlos. Y eso lo venimos haciendo hace más de medio siglo.
Desde que tenía 16 años de edad -ahora tengo 69- vivo bajo el rigor del bloqueo norteamericano. El imperio no ha logrado, como se lo propuso, matarnos por hambre y enfermedades o doblegarnos por temor. Ese bloqueo lo que ha logrado es convertirnos en un pueblo de gigantes.
Tal como contabilizan con orgullo los pilotos sus horas de vuelo, podemos contar los revolucionarios cubanos las horas vividas en las trincheras, bajo la lluvia y el Sol, prestos al combate y expuestos al holocausto como precio a defender el derecho a seguir siendo lo que somos y no regresar algún día a lo que fuimos.
Esos y otros muchos, son los derechos que disfruto, incluidos los de defender mi Revolución, mi Patria y mi Socialismo.
Y nadie, absolutamente nadie, puede objetarme esa decisión de cubano.
. Orlando
Guevara Núñez
Soy cubano.
Vivo con plena libertad. Ejerzo mi derecho a elegir a mis dirigentes y a
revocarlos si faltaran a su deber. Participo activamente en la discusión de las
principales leyes que rigen la vida política, económica y social de mi país. Y
las apruebo. Tengo el derecho a discrepar y a recibir respuesta. Soy diabético
y recibo atención médica gratuita, como todos los cubanos. En mi hogar somos
cuatro universitarios y dos que cursan ese nivel educacional, sin erogar un
solo centavo por ese beneficio.
Vivo en un
país sin el flagelo de la droga. La represión policial, la persecución y la
tortura dejaron de existir desde hace más de medio siglo. Frecuento la calle a
cualquier hora del día, de la noche y de la madrugada, sin el peligro de un
asalto.
Soy dueño
de la vivienda que habito. Con mi salario de 465 pesos mensuales, y los de
otros tres miembros del núcleo familiar que trabajan, vivo de forma decorosa.
En mi país,
no campesinos parias en su propia tierra, ni obreros explotados, ni seres
humanos sin igualdad de derechos y de oportunidades.
Tengo un
auto particular, paralizado por falta de neumáticos. Sin ese servicio puedo
vivir, lo que no podría hacer si me falta un medicamento importante o un
servicio médico vital e incluso los alimentos que hasta ahora recibo de forma
subsidiada. Comprendo que para el país es más prioridad invertir divisas en
asegurar esos recursos para mi vida que en neumáticos para mi auto. Las dos
cosas son importantes, pero mi seguridad vale más.
Cuando mis
dos nietos se gradúen, tendrán empleo asegurado. Nunca sufrirán
los grilletes de la esclavitud. Ni vivirán en una sociedad donde el
hombre sea lobo del hombre y no su hermano.
Vivo
orgulloso de la historia de mi país. Orgulloso de Fidel y de Raúl, de mi Partido
Comunista y de mi pueblo.
Esos
derechos, patrimonios de todo el pueblo, surgieron con el triunfo
revolucionario del 1ro. de 1959. Pero la Revolución no solo nos dio esos derechos. Nos dio
también un fusil para defenderlos. Y eso lo venimos haciendo hace más de medio
siglo.
Desde que
tenía 16 años de edad – ahora tengo 69- vivo bajo el rigor del bloqueo
norteamericano. El imperio no ha logrado, como se lo propuso, matarnos por
hambre y enfermedades o doblegarnos por temor. Ese bloqueo lo que ha logrado es
convertirnos en un pueblo de gigantes.
Tal como
contabilizan con orgullo los pilotos sus horas de vuelo, podemos contar los revolucionarios
cubanos las horas vividas en las trincheras, bajo la lluvia y el Sol, prestos
al combate y expuestos al holocausto como precio a defender el derecho a seguir
siendo lo que somos y no regresar algún día a lo que fuimos.
Esos y
otros muchos, son los derechos que defiendo, incluidos los de defender mi
Revolución, mi Patria y mi Socialismo.
Y nadie,
absolutamente nadie, puede objetarme esa decisión de cubano.
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