sábado, 19 de mayo de 2012

José Martí Pérez Continúa viviendo en el alma de la Patria


Orlando Guevara Núñez

La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente y fructifican las ideas que en él se elaboraron. Con estas palabras, José Martí, Héroe Nacional de Cuba, retrató su propia vida.
Su pensamiento continúa siendo guía del pueblo cubano y trascendiendo fronteras para insertarse cada vez más en la conciencia de los pueblos latinoamericanos a los que defendió frente al peligro del imperio norteamericano.
En la historia falseada que se nos enseñaba a los cubanos en las escuelas, antes del triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959, se nos hablaba del Martí poeta, de su nacimiento, de su muerte el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, y de memoria aprendíamos algunos de sus pensamientos. Pero se ocultaba la esencia libertaria, independentista y antiimperialista de su prédica. Muchos maestros, sin embargo, imbuidos de ese pensamiento martiano, inculcaban a sus alumnos las verdaderas ideas del Apóstol cubano. El nombre de Martí fue uno de los primeros que aprendimos y escribimos desde los primeros años de la enseñanza.
No se estudiaba con profundidad, sin embargo, al Martí que desde los apenas 16 años de edad sufrió el presidio político por su enfrentamiento al colonialismo español, su deportación a España, su peregrinar por varios países latinoamericanos y los Estados Unidos, sin un solo minuto de descanso en aras de la libertad e independencia de Cuba.
Conocíamos poco del Martí periodista, político, revolucionario, organizador, fundador del Partido Revolucionario Cubano –Partido único porque no hacían falta otros- para conquistar la independencia cubana y contribuir a la de Puerto Rico.
No se divulgaba en toda su dimensión la intensa labor de Martí en el exilio para reorganizar y unir a los patriotas que habían luchado  en la manigua cubana durante la guerra iniciada el 10 de octubre de 1868, concluida diez años después, tras el vergonzoso Pacto del Zanjón, sin conquistar la independencia anhelada.
Fue una guerra perdida no por la acción de las armas españolas, sino por la debilidad que en las filas cubanas tuvo como origen la falta de unidad y las divisiones que hicieron vulnerable su fuerza.
La Protesta de Baraguá, protagonizada por el General Antonio Maceo Grajales, el 15 de marzo de 1878, mantuvo viva la idea de la Revolución que tomaría el descalabro no como una derrota definitiva, sino como una tregua –la tregua fecunda, al decir de Martí- para reorganizar y reiniciar la lucha cuando fuese posible.
Martí logró su objetivo de unir y organizar a los principales jefes independentistas, y preparó la guerra que estallaría el 24 de febrero de 1895 en Baire y otras muchas localidades, principalmente de la heroica y siempre rebelde región oriental cubana.
Al caer en combate frente a las fuerzas españolas, nuestro Héroe Nacional había cumplido bien la obra de su vida. No pudo ver realizados sus sueños de libertad e independencia, pero sus ideas continuarían fructificando entre los cubanos que las sentían y las defendían.
La intervención militar del gobierno imperialista de los Estados Unidos, en 1898 - cuando ya España era incapaz desde el punto de vista militar, económico y político, de mantener su dominio colonial en Cuba - impidió el triunfo del Ejército Libertador Cubano. Cuba pasaba, con esa ingerencia que Vladimir Ilich Lenin calificó como la primera guerra imperialista en la historia de la humanidad, de colonia de España a neocolonia de los Estados Unidos.
Pero las ideas martianas no murieron, pese a que los corruptos políticos de turno trataban de ocultarlas o mediatizarlas. La figura y la obra martianas eran tan inmensas que no podían ser arrancadas de la conciencia de los cubanos.
Ya en 1925, el joven revolucionario Julio Antonio Mella, al fundar el Partido Comunista de Cuba, fue el primero en unir las ideas revolucionarias martianas con la doctrina del marxismo para continuar la lucha inconclusa por el holocausto de Dos Ríos. En esa fundación, estuvo junto a Mella el luchador Carlos Baliño, quien en 1892 había creado con Martí el Partido Revolucionario Cubano. Dos etapas se fundían en un mismo ideal: la libertad y la independencia de Cuba, ahora con proyecciones más avanzadas, en correspondencia con la época, desde el punto de vista social, político y económico.
Julio Antonio Mella, perseguido ferozmente por sus ideas, tuvo que marchar al exilio político en México, hacia donde fue  con el objetivo de organizar desde allí la lucha revolucionaria en Cuba, pero fue asesinado en plena calle de ese país, el 10 de enero de 1929, por pistoleros pagados por el gobierno tiránico cubano de Gerardo Machado.
Otros muchos luchadores, entre ellos Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras Holmes –fallecido el primero por tuberculosis y el segundo asesinado el 8 de mayo de 1935 cuando trataba de salir para México a organizar  la lucha armada que debía desarrollar luego en Cuba, fueron seguidores de la prédica martiana.
El 28 de enero de 1953, se cumplió el centenario del natalicio de José Martí. Y en ese año fructificaron con mayor fuerza sus ideas en la conciencia de los cubanos, principalmente impulsadas por un grupo de jóvenes liderados por el entonces joven abogado Fidel Castro Ruz.
Un mar de antorchas en la capital cubana, y manifestaciones en otras ciudades, era el preludio del inicio de una lucha que no concluiría hasta convertir en realidad los sueños martianos.
Pocos meses después, el 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes, con el propio Fidel Castro al frente, realizaría el ataque a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo. Las ideas martianas rompían los mármoles que las encerraban y se esparcían rebeldes por las calles y los campos cubanos.
No fue casual que cuando en el juicio seguido por estos sucesos, uno de los juzgados sin tener participación, le preguntara a Fidel si no era cierto que él no era autor intelectual del asalto, el jefe de la acción le contestara que nadie debía preocuparse de que lo acusaran de ser autor intelectual del asalto, por el verdadero actor intelectual  era José Martí.
En su alegato de autodefensa por esos hechos, el 16 de octubre de 1953, Fidel afirmaría ante el Tribunal que al final lo condenó a 15 años de privación de libertad: Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive,  no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!
Las ideas martianas, efectivamente no murieron. Se nutrieron con la sangre de 61 combatientes del Moncada y del Carlos Manuel de Céspedes caídos
-55 de ellos asesinados- fueron al presidio, marcharon al exilio en México, navegaron en el yate Granma, escalaron las montañas, recorrieron las calles y los campos, hicieron la guerra, derrocaron a la tiranía, y protagonizaron la victoria revolucionaria del 1ro. de enero de 1959.
Hoy Martí está presente en todas las luchas del pueblo cubano. De él aprendimos los cubanos que los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre; que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de que lado está el deber y que el deber de un hombre está allí donde es más útil. De él heredamos el latinoamericanismo y el antiimperialismo. Martí nos legó que un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército. Nos legó también el valor de la unidad y de la resistencia como fundamento del triunfo.
Los cubanos hemos tenido la gloria de contar con el discípulo más aventajado de José Martí: nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, quien ha sido capaz de materializar sus sueños y de aplicar junto a todo el pueblo los principios que proclamó rodeado de bayonetas ante  el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953.
Las ideas martianas están en toda la obra de la Revolución, cada día con mayor fuerza de presencia.
Porque la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.



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