Escrito por Orlando Guevara Núñez
Lázaro Peña
González, líder de la clase obrera cubana, habría cumplido este 29 de mayo los 101 años de edad. Pero dejó de existir
físicamente el 11 de marzo de 1973. Su presencia en la memoria de la clase
obrera cubana, sin embargo, es permanente.
Su progenitora, despalilladora de tabaco; su padre, albañil. Sumido en la
pobreza y la discriminación racial por su negra piel, sus sueños juveniles se
apagaban sin convertirse en realidad. Aspiró a ser violinista, fue amante del
boxeo, de la pelota, de la música. Pero en su ambiente de cubano explotado, su
destino fue otro: el de dirigir a la clase obrera en su lucha por la
emancipación contra la opresión capitalista. Así llegó a ser el máximo dirigente de los obreros tabacaleros. Y en 1939, al constituirse
Encarcelamientos, persecución, represión y calumnias, fueron enfrentados con valentía y patriotismo por el dirigente obrero que por su capacidad llegó a tener responsabilidades como vicepresidente de la Federación Sindical Mundial, en defensa de los obreros del mundo.
Su ideología lo llevó también a militar en las filas del Partido Comunista de Cuba.
Tuvo la dicha de ver el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959 en su patria. Y, desde el inicio, se sumó a la construcción y defensa de la obra soñada, por la cual tanto luchó. Sus méritos avalaron su elección como Secretario General de
Contribuyó con su experiencia a la educación de la clase obrera cubana y con su ejemplo personal estuvo siempre al frente de las tareas bajo su responsabilidad. Sobre su muerte, diría el Poeta Nacional cubano, Nicolás Guillén: "A una inteligencia brillante, sostenida siempre por la acción, Lázaro añadía el don de lo criollo. Tenía un sentido fino, delicado, realmente cortés, para presidir una asamblea, para dirigir un debate, para aclarar un concepto yendo a su raíz, sin herir susceptibilidades, lo que le permitía encausar la discusión como con mano de hierro bajo guante de seda".
Se mantuvo trabajando hasta su último aliento. Sobre esa cualidad diría el Comandante en Jefe Fidel Castro en el sepelio del dirigente obrero: "Inútil era rogarle que moderara sus esfuerzos y atendiera su salud. Era lo único en que este militante modesto, dócil y disciplinado, desatendió los ruegos de sus compañeros y las exhortaciones de su Partido". Y las propias palabras de Fidel en esa ocasión definieron la estatura del dirigente fallecido: "No venimos propiamente a enterrar a un muerto, venimos a depositar una semilla".
Este querido dirigente es recordado siempre por la clase obrera cubana como símbolo de la entrega, la fidelidad y el sacrificio.
Porque la semilla de la cual habló Fidel sigue fructificando en la obra de
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