.Orlando Guevara Núñez
La decisión anunciada de Rusia y China de vetar en la ONU cualquier intento
de intervención extranjera en Siria, pone freno a quienes han utilizado ese
organismo para apuntalar los planes intervencionistas, las agresiones y los más
bárbaros crímenes contra muchos pueblos. Creo que es un signo de que la
prepotencia imperial, encabezada por los Estados Unidos y - haciéndole coro-
las potencias europeas, tropieza con obstáculos para ejecutar su política agresiva
y de despojo en cualquier parte del mundo. De todas formas, el freno principal
tendrá que seguir siendo la voluntad y decisión de los pueblos a luchar por su
soberanía e independencia al precio que sea necesario.
miércoles, 30 de mayo de 2012
lunes, 28 de mayo de 2012
Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de todos los cubanos
.Orlando Guevara
Núñez
El 29 de mayo de
1870, fue fusilado por las tropas colonialistas españolas en Cuba, el patriota
Oscar de Céspedes y Céspedes. Con 23 años de edad, había abandonado las aulas
de la Universidad
de La Habana , en
la carrera de Derecho, para incorporarse a la gesta independentista iniciada el
10 de octubre de 1895.
Oscar, junto a
otros patriotas, había sido hecho prisionero, junto a su esposa Manuela, tras
un asalto español al campamento mambí de La Caridad , cercano al histórico poblado de Guáimaro.
El mando
español, en esa ocasión, quiso utilizar el chantaje con el progenitor del joven
Oscar, proponiendo la liberación del prisionero si el padre desistía de la
lucha y abandonaba el país.
El padre de
Oscar no era otro que Carlos Manuel de Céspedes, el máximo jefe del alzamiento
revolucionario del 10 de Octubre, cuando dio libertad a sus esclavos y se lanzó
a la lucha por la independencia cubana.
Siendo
Presidente de la República ,
el máximo jefe independentista recibiò una carta del Mando español con la
insultante propuesta. “En mi poder, prisionero por fuerzas a mi mando, su hijo,
Oscar de Céspedes. En sus manos de usted queda su salvación, dígame por el
punto que quiere embarcarse para darles absoluta garantía. Por el portador
puede darme la contesta”.
Y fue entonces
cuando la respuesta fue dada por la dignidad. “Primero perecerá toda mi familia
y yo con ellos que traicionar a mi Patria. Oscar no es mi único hijo, lo son
todos los cubanos que mueren por nuestras libertades patrias”.
Fue ese el hecho
de que hoy a Carlos Manuel de Céspedes se la conozca en Cuba como El Padre de la Patria. Oscar fue fusilado.
Pero su padre ganó a millones de hijos que continúan venerándolo como el hombre
que iniciò la Revolución
continuada luego por José Martí y conducida al triunfo por el Comandante en
Jefe Fidel Castro, el 1ro. de enero de 1959.
Los cubanos recordamos a Oscar y a Carlos Manuel como un
símbolo del espíritu inclaudicable de la familia cubana, en defensa de su
libertad e independencia.
Lázaro Peña González: Semilla que sigue fructificando
Escrito por Orlando Guevara Núñez
Lázaro Peña
González, líder de la clase obrera cubana, habría cumplido este 29 de mayo los 101 años de edad. Pero dejó de existir
físicamente el 11 de marzo de 1973. Su presencia en la memoria de la clase
obrera cubana, sin embargo, es permanente.
Su progenitora, despalilladora de tabaco; su padre, albañil. Sumido en la
pobreza y la discriminación racial por su negra piel, sus sueños juveniles se
apagaban sin convertirse en realidad. Aspiró a ser violinista, fue amante del
boxeo, de la pelota, de la música. Pero en su ambiente de cubano explotado, su
destino fue otro: el de dirigir a la clase obrera en su lucha por la
emancipación contra la opresión capitalista. Así llegó a ser el máximo dirigente de los obreros tabacaleros. Y en 1939, al constituirse
Encarcelamientos, persecución, represión y calumnias, fueron enfrentados con valentía y patriotismo por el dirigente obrero que por su capacidad llegó a tener responsabilidades como vicepresidente de la Federación Sindical Mundial, en defensa de los obreros del mundo.
Su ideología lo llevó también a militar en las filas del Partido Comunista de Cuba.
Tuvo la dicha de ver el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959 en su patria. Y, desde el inicio, se sumó a la construcción y defensa de la obra soñada, por la cual tanto luchó. Sus méritos avalaron su elección como Secretario General de
Contribuyó con su experiencia a la educación de la clase obrera cubana y con su ejemplo personal estuvo siempre al frente de las tareas bajo su responsabilidad. Sobre su muerte, diría el Poeta Nacional cubano, Nicolás Guillén: "A una inteligencia brillante, sostenida siempre por la acción, Lázaro añadía el don de lo criollo. Tenía un sentido fino, delicado, realmente cortés, para presidir una asamblea, para dirigir un debate, para aclarar un concepto yendo a su raíz, sin herir susceptibilidades, lo que le permitía encausar la discusión como con mano de hierro bajo guante de seda".
Se mantuvo trabajando hasta su último aliento. Sobre esa cualidad diría el Comandante en Jefe Fidel Castro en el sepelio del dirigente obrero: "Inútil era rogarle que moderara sus esfuerzos y atendiera su salud. Era lo único en que este militante modesto, dócil y disciplinado, desatendió los ruegos de sus compañeros y las exhortaciones de su Partido". Y las propias palabras de Fidel en esa ocasión definieron la estatura del dirigente fallecido: "No venimos propiamente a enterrar a un muerto, venimos a depositar una semilla".
Este querido dirigente es recordado siempre por la clase obrera cubana como símbolo de la entrega, la fidelidad y el sacrificio.
Porque la semilla de la cual habló Fidel sigue fructificando en la obra de
Operación Carlota: Gloria imperecedera
Escrito por Orlando Guevara Núñez
A fines de mayo de 1991, con el regreso de los últimos 500
militares cubanos que permanecían en la República Popular de Angola, llegó a su
fin la Operación Carlota. Se cerraba así uno de los capítulos más brillantes en
la historia del internacionalismo proletario a escala universal.
En enero de 1975, Portugal, incapaz de mantener su dominio colonial sobre
Angola, había pactado con organizaciones de ese país otorgarle su independencia
a fines de año. Mientras, se integraría un gobierno provisional integrado por
el Movimiento Popular para El FNLA y
La fecha fijada para la independencia de Angola había sido el 11 de noviembre de 1975. Pero las fuerzas reaccionarias violando ese acuerdo, habían organizado, financiado, armado y entrenado a las tropas encargadas de evitar el inminente ascenso del MPLA al poder, a través de las elecciones anunciadas.
Ante el peligro real, el presidente del MPLA, Agosthino Neto, pidió a Cuba ayuda militar para preservar su independencia. Desde inicios de 1965, luego de un encuentro del Che con representantes de esta organización, efectuado en El Congo, Cuba se había comprometido a prestar ayuda a los guerrilleros contra el colonialismo portugués.
A inicios de agosto de 1975, el primer comandante cubano, Raúl Díaz Argüelles, inició contactos con el MPLA para concretar la ayuda militar, que al inicio consistió en instructores para cuatro centros de instrucción angolanos que organizarían, prepararían y armarían a unas cincuenta unidades de las Fuerzas Armadas para la Liberación de Angola (FAPLA).
Pero las potencias agresoras se daban prisa en su objetivo de impedir la independencia. Por el Norte y por el Sur, tropas agresoras se dirigían ya hacia Luanda, la capital, para el zarpazo.
Ante el inminente golpe que hubiese aniquilado a las fuerzas revolucionarias, Cuba decidió enviar tropas regulares y armamento apropiado para enfrentar y derrotar a los agresores. Así surgió
El 10 de noviembre de 1975, cuando ya las tropas enemigas se preparaban para entrar al día siguiente a Luanda, se produce el combate de Quifangondo, donde fuerzas cubanas y de las FAPLA asestan una rotunda derrota a los agresores, salvando la integridad del país. Al día siguiente, 11 de noviembre, Agosthino Neto proclamaba la independencia y el nacimiento de
Por el Norte, las tropas agresoras retrocedieron luego de la derrota, pero quedaba la misión de establecer una línea de defensa contra las fuerzas sudafricanas y de
La guerra fue dura y sin tregua. En el mes de marzo, unos 36 000 cubanos combatían junto a los angolanos para salvar su independencia. Hasta que el 27 de marzo de 1976, los últimos militares sudafricanos trascendían el río Cunene y se internaban en territorio de Namibia, país entonces dominado por el régimen del apartheid.
Sudáfrica había claudicado. La guerra parecía haber llegado a su fin. Cuba, de acuerdo con el gobierno angolano, se trazó el propósito de permanecer un tiempo más en ese país, con el objetivo de ayudar a consolidar la independencia y preparar las fuerzas angolanas encargadas de hacerlo.
Pero las potencias agresoras no se dieron por vencidas y reorganizaron la lucha que costó largos años de sacrificio altruista. Vendrían nuevas epopeyas gloriosas, entre éstas la decisiva de Cuito Cuanavale. Sudáfrica otra vez derrotada, la independencia de Angola había sido preservada, la de Namibia se había alcanzado, y el apartheid quedaba definitivamente destrozado.
Así, el 7 de diciembre de 1989, fueron traídos a
Una información del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, publicada en el periódico Granma, Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, ofrecía detalles sobre quienes ofrendaron su vida en misiones militares y civiles en la República Popular de Angola, Etiopía y otros países.
Los datos, tomados de esa información, merecen recordarse hoy, a dos décadas de aquel día memorable.
En Angola ofrendaron su vida 2 016 hermanos nuestros, de ellos 787 en acciones combativas, 524 por enfermedades y 705 por accidentes; en Etiopía murieron 160: 39 en combates, 46 por enfermedades y 75 en accidentes. En otros países, los fallecidos fueron 113, correspondiendo
Del total de 2 289 cubanos que con su sangre y su vida suscribieron la gloria y la victoria en Angola y otros países, 2 085 cumplían misiones militares y 204 estaban en tareas civiles. Ellos formaron parte de los más de 400 000 cubanos que durante esos años marcharon a otros pueblos hermanos, como combatientes y colaboradores.
La sangre de la esclava Carlota, se había unido en la historia a la de los cubanos que de ella heredaron la rebeldía y la convirtieron en arma para su libertad y en sentimiento solidario con otros pueblos del mundo.
Con sobradas razones, expresaría Raúl al término de
El Uvero: Atrevido y desafiante ataque guerrillero
Cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro calificó
al combate de El Uvero, desarrollado el 28 de mayo de 1957, como un atrevido y
desafiante ataque, estaba definiendo, en toda su dimensión, el carácter de
aquella acción rebelde donde, al decir del Che, la guerrilla revolucionaria
alcanzó su mayoría de edad.
Luego de la primera victoria guerrillera en
La Plata, el 17
de enero de 1957, seguida de otras acciones que reafirmaban la presencia de
Fidel en la Sierra
Maestra, la capacidad de los rebeldes para tomar cuarteles de
la tiranía batistiana y su disposición para continuar la lucha armada hasta la
victoria final, vino una etapa de reorganización y adaptación de los
combatientes a las duras condiciones de la guerra en las montañas.
A los expedicionarios del Granma y a los
obreros y campesinos unidos a ellos, se había sumado –en el mes de marzo- el
primer refuerzo de medio centenar de combatientes enviados a la Sierra Maestra por
el héroe de la lucha clandestina, Frank País García. Se estudiaba los
movimientos del ejército enemigo en el territorio, con el propósito de
emboscarlo y causarle la mayor cantidad posible de bajas.
El ataque a Uvero no formaba parte entonces
de los objetivos rebeldes. Pero un acontecimiento determinó su inclusión en
éstos. El 24 de mayo desembarcó por la costa norte de Oriente un grupo de
revolucionarios con el fin de llegar a la Sierra Cristal y
desarrollar la lucha armada para derrocar al tirano Fulgencio Batista. La
expedición, dirigida por Calixto Sánchez White, había salido de Miami, Estados
Unidos.
Ese grupo no tenía relación alguna con el
Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Pero al conocer la noticia, Fidel
planteó la necesidad de apoyarlo y fue ese gesto solidario, humano y altruista
el que lo condujo a concebir el ataque al cuartel de El Uvero. El Comandante en
Jefe sintió como suyos los angustiosos momentos que estarían atravesando los
expedicionarios del Corynthia, como los habían sufrido meses atrás los del
Granma.
El 27 de mayo, según testimonio del Che,
Fidel reunió al Estado Mayor Rebelde y le anunció que en las próximas 48 horas
tendrían combate. Las órdenes fueron muy concretas: tomar las postas y
acribillar a balazos el cuartel.
En el amanecer del 28 de mayo, un disparo
salido del fusil con mira telescópica del máximo jefe rebelde, inició el
combate, en el cual lucharon con tesón las dos partes contendientes durante
unas tres horas.
En su relato sobre este combate, en Pasajes de la guerra revolucionaria, el
Che fija en 53 los defensores del cuartel de El Uvero y en unos 80 los de la
guerrilla. Y un testimonio de la crudeza de la lucha, lo dan por sí solas las
cifras de bajas de ambas partes. Los ocupantes del cuartel tuvieron 14 muertos,
19 heridos y 14 prisioneros. Sólo seis soldados lograron escapar.
Los atacantes tuvieron 15 bajas, entre
ellos siete muertos. Más de la tercera parte de los contendientes quedaron
fuera de combate.
Allí cayeron heroicamente el teniente Julio
Díaz González, combatiente del Moncada y expedicionario del Granma, quien
peleaba justo al lado de Fidel; el también teniente Emiliano Díaz Fontaine
(Nano); y los combatientes Eligio Mendoza Díaz, Gustavo Moll Leyva, Francisco
Soto Hernández, Anselmo Vega Verdecia y Emiliano R. Sillero Marrero.
Terminado el combate, se produjo un hecho
que reveló la diferencia del sentido humanitario, ética militar y respeto a los
vencidos por parte del ejército guerrillero y el opresor. El Che, único médico
rebelde, atendió a los heridos de ambos bandos. Los prisioneros fueron
respetados y se compartió con ellos los pocos alimentos disponibles. Mientras
tanto, durante esa misma mañana, 16 expedicionarios del Corynthia hechos
prisioneros eran brutalmente asesinados.
En El Uvero, dos combatientes
revolucionarios heridos, por su gravedad, quedaron en poder del ejército
batistiano, bajo palabra de honor del médico militar de que serian respetadas
sus vidas. Ellos fueron Emiliano R. Sillero y Mario Leal. El primero murió poco
después y el segundo sobrevivió y sufrió prisión hasta el triunfo
revolucionario del primero de enero de 1959.
Heridos resultaron el entonces capitán Juan Almeida Bosque, en el brazo y pierna
izquierdos; los tenientes Félix Pena y Miguel Ángel Manals, además de los
combatientes Mario Maceo, Manuel Acuña, Enrique Escalona, Hermes Leyva y el ya
mencionado Mario Leal.
La trascendencia histórica y el valor
derrochado por los combatientes revolucionarios aquel 28 de mayo de 1957, han
sido definidos por sus principales protagonistas.
La importancia de esa acción, fue
calificada por Fidel como “El primer combate de proporciones grandes librado
contra aquellas fuerzas de la tiranía por los revolucionarios”. Nuestros
hombres- precisó el máximo jefe del Ejército Rebelde- tomaron por asalto cada
posición, avanzando sobre las balas y combatiendo largamente. Todo lo que se
diga sobre la valentía con que lucharon, no acertaría a describir el heroísmo
de nuestros combatientes. El capitán Almeida dirigió un avance casi suicida con
su pelotón. Sin tanto derroche de valor, no habría sido posible la victoria”.
El entonces capitán y hoy General de
Ejército Raúl Castro, afirmaría luego que “Almeida fue el alma del combate y el Che comenzó a destacarse allí como
guerrillero. El encuentro de El Uvero nos dio categoría de tropa
experimentada”.
El propio Che dijo que “A partir de
entonces se acrecentó la moral guerrillera, igual que la decisión y esperanzas de triunfo”, añadiendo que los
guerrilleros- luego de El Uvero- estaban en posesión del secreto de la
victoria. Esa acción, aseveró, sellaba la suerte de los pequeños cuarteles situados
lejos de las agrupaciones mayores del ejército de Batista.
En el combate fueron ocupadas varias armas,
entre ellas 45 fusiles – 24 garand semiautomáticos y 20 marca springfield, además de un fusil
ametralladora browning y unas 6 000 balas calibre 30.06, junto a otros pertrechos
de guerra. Así lo atestigua el máximo jefe guerrillero, el compañero Fidel.
El Ejército Rebelde continuaba así
desarrollando una tradición iniciada en La Plata y que sería una constante durante toda la
guerra: su principal fuente de abastecimiento de armas sería el arrebato de
ellas al enemigo. Poco a poco, las viejas escopetas de cacería cedían su lugar,
en las manos de los combatientes, a las armas mejor adecuadas para la lucha.
“Cuando aprendimos a quitarles las armas al enemigo- diría Fidel- habíamos
aprendido a hacer la
Revolución, habíamos aprendido a hacer la guerra, habíamos
aprendido a ser invencibles, habíamos aprendido a vencer”.
Medio siglo y un lustro nos separan ya de aquel atrevido y desafiante
ataque rebelde. Los nombres de los revolucionarios caídos en aquella acción, sin embargo, se
agigantan en el tiempo, en la historia y en la memoria agradecida de sus
compañeros de lucha y de las generaciones herederas de la obra cimentada con la
vida que ellos ofrendaron.
En la localidad de El Uvero, asentada en el actual municipio
santiaguero de Guamà, abrazada por el Mar Caribe y las majestuosas montañas de la Sierra Maestra,
afianzada en el mismo escenario del combate del 28 de mayo de 1957, revivirá
otra vez el eco de los disparos rebeldes que - más allá de sobre un cuartel
enemigo y sus ocupantes- hicieron blanco en el corazón de un sistema social
injusto, erradicado en Cuba y recordado sólo como parte de un pasado sin
presente ni futuro en la patria de Martí y de Fidel.
En
ocasión de cumplirse el aniversario 48 de la crucial victoria rebelde,
los restos de cinco de los caídos en El Uvero fueron depositados
definitivamente en el Mausoleo de los Mártires de la Revolución, en el
cementerio Santa Ifigenia, cercano al recinto que atesora los de nuestro Héroe
Nacional, José Martì.
Emiliano Díaz Fontaine, Gustavo Moll Leyva,
Francisco Soto Hernández, Anselmo Vega Verdecia y Emiliano Rigoberto Sillero
Marrero, descansan en este lugar, custodiados por su pueblo. En su natal
Artemisa, están los restos de Julio Díaz González y allí recibirá él también –al igual que aquí- el homenaje
sentido de todos los cubanos. El cadáver del otro caído, Eligio Mendoza Díaz,
no apareció nunca. Fue recogido por el ejército de Batista y trasladado junto a
sus muertos hacia Santiago de Cuba, destino al cual no llegó, lo que hace
presumir su lanzamiento al mar. Pero Eligio, el campesino que sirvió de
práctico a la guerrilla y murió combatiendo en El Uvero, tiene también su
tumba en el corazón del pueblo.
Para todos ellos, en nuestro pueblo ganan
fuerza de presencia las emotivas palabras de nuestro Comandante en Jefe Fidel
Castro, el 28 de mayo de 1965, cuando al rememorar aquellos momentos de dolor
afirmó: “Nosotros desde aquel día los tenemos más en nuestro recuerdo y en
nuestra memoria. Y viven en la obra de la Revolución, en cada escuela construida en la Sierra, en cada hospital,
en cada camino, en cada obra revolucionaria”.
El arrojo, la moral, el sacrificio, la decisión,
el triunfo y la sangre derramada hace 55 años en el combate de El Uvero,
continúan guiando a nuestro pueblo en sus actuales retos y hacia sus presentes
y futuras victorias.
jueves, 24 de mayo de 2012
Mi decisión de cubano
Noticias -
Opinion
Santiago de Cuba,
mayo 24:- Soy cubano. Vivo con plena libertad. Ejerzo mi derecho a
elegir a mis dirigentes y a revocarlos si faltaran a su deber. Participo
activamente en la discusión de las principales leyes que rigen la vida
política, económica y social de mi país. Y las apruebo. Tengo el derecho
a discrepar y a recibir respuesta. Soy diabético y recibo atención
médica gratuita, como todos los cubanos. En mi hogar somos cuatro
universitarios y dos que cursan ese nivel educacional, sin erogar un
solo centavo por ese beneficio.Vivo en un país sin el flagelo de la droga. La represión policial, la persecución y la tortura dejaron de existir desde hace más de medio siglo. Frecuento la calle a cualquier hora del día, de la noche y de la madrugada, sin el peligro de un asalto.
Soy dueño de la vivienda que habito. Con mi salario de 465 pesos mensuales, y los de otros tres miembros del núcleo familiar que trabajan, vivo de forma decorosa.
En mi país, no hay campesinos parias en su propia tierra, ni obreros explotados, ni seres humanos sin igualdad de derechos y de oportunidades.
Tengo un auto particular, paralizado por falta de neumáticos. Sin ese servicio puedo vivir, lo que no podría hacer si me falta un medicamento importante o un servicio médico vital e incluso los alimentos que hasta ahora recibo de forma subsidiada. Comprendo que para el país es más prioridad invertir divisas en asegurar esos recursos para mi vida que en neumáticos para mi auto. Las dos cosas son importantes, pero mi seguridad vale más.
Cuando mis dos nietos se gradúen, tendrán empleo asegurado. Nunca sufrirán los grilletes de la esclavitud. Ni vivirán en una sociedad donde el hombre sea lobo del hombre y no su hermano.
Vivo orgulloso de la historia de mi país. Orgulloso de Fidel y de Raúl, de mi Partido Comunista y de mi pueblo.
Esos derechos, patrimonios de todo el pueblo, surgieron con el triunfo revolucionario del 1ro. de 1959. Pero la Revolución no solo nos dio esos derechos. Nos dio también un fusil para defenderlos. Y eso lo venimos haciendo hace más de medio siglo.
Desde que tenía 16 años de edad -ahora tengo 69- vivo bajo el rigor del bloqueo norteamericano. El imperio no ha logrado, como se lo propuso, matarnos por hambre y enfermedades o doblegarnos por temor. Ese bloqueo lo que ha logrado es convertirnos en un pueblo de gigantes.
Tal como contabilizan con orgullo los pilotos sus horas de vuelo, podemos contar los revolucionarios cubanos las horas vividas en las trincheras, bajo la lluvia y el Sol, prestos al combate y expuestos al holocausto como precio a defender el derecho a seguir siendo lo que somos y no regresar algún día a lo que fuimos.
Esos y otros muchos, son los derechos que disfruto, incluidos los de defender mi Revolución, mi Patria y mi Socialismo.
Y nadie, absolutamente nadie, puede objetarme esa decisión de cubano.
. Orlando
Guevara Núñez
Soy cubano.
Vivo con plena libertad. Ejerzo mi derecho a elegir a mis dirigentes y a
revocarlos si faltaran a su deber. Participo activamente en la discusión de las
principales leyes que rigen la vida política, económica y social de mi país. Y
las apruebo. Tengo el derecho a discrepar y a recibir respuesta. Soy diabético
y recibo atención médica gratuita, como todos los cubanos. En mi hogar somos
cuatro universitarios y dos que cursan ese nivel educacional, sin erogar un
solo centavo por ese beneficio.
Vivo en un
país sin el flagelo de la droga. La represión policial, la persecución y la
tortura dejaron de existir desde hace más de medio siglo. Frecuento la calle a
cualquier hora del día, de la noche y de la madrugada, sin el peligro de un
asalto.
Soy dueño
de la vivienda que habito. Con mi salario de 465 pesos mensuales, y los de
otros tres miembros del núcleo familiar que trabajan, vivo de forma decorosa.
En mi país,
no campesinos parias en su propia tierra, ni obreros explotados, ni seres
humanos sin igualdad de derechos y de oportunidades.
Tengo un
auto particular, paralizado por falta de neumáticos. Sin ese servicio puedo
vivir, lo que no podría hacer si me falta un medicamento importante o un
servicio médico vital e incluso los alimentos que hasta ahora recibo de forma
subsidiada. Comprendo que para el país es más prioridad invertir divisas en
asegurar esos recursos para mi vida que en neumáticos para mi auto. Las dos
cosas son importantes, pero mi seguridad vale más.
Cuando mis
dos nietos se gradúen, tendrán empleo asegurado. Nunca sufrirán
los grilletes de la esclavitud. Ni vivirán en una sociedad donde el
hombre sea lobo del hombre y no su hermano.
Vivo
orgulloso de la historia de mi país. Orgulloso de Fidel y de Raúl, de mi Partido
Comunista y de mi pueblo.
Esos
derechos, patrimonios de todo el pueblo, surgieron con el triunfo
revolucionario del 1ro. de 1959. Pero la Revolución no solo nos dio esos derechos. Nos dio
también un fusil para defenderlos. Y eso lo venimos haciendo hace más de medio
siglo.
Desde que
tenía 16 años de edad – ahora tengo 69- vivo bajo el rigor del bloqueo
norteamericano. El imperio no ha logrado, como se lo propuso, matarnos por
hambre y enfermedades o doblegarnos por temor. Ese bloqueo lo que ha logrado es
convertirnos en un pueblo de gigantes.
Tal como
contabilizan con orgullo los pilotos sus horas de vuelo, podemos contar los revolucionarios
cubanos las horas vividas en las trincheras, bajo la lluvia y el Sol, prestos
al combate y expuestos al holocausto como precio a defender el derecho a seguir
siendo lo que somos y no regresar algún día a lo que fuimos.
Esos y
otros muchos, son los derechos que defiendo, incluidos los de defender mi
Revolución, mi Patria y mi Socialismo.
Y nadie,
absolutamente nadie, puede objetarme esa decisión de cubano.
domingo, 20 de mayo de 2012
20 de mayo de 1902 Cuba, ¿República independiente o neocolonia de Estados Unidos?
.Orlando Guevara Núñez
Antes de 1959, en Cuba se
celebraba el 20 de mayo como día de la independencia. Se nos decía en las
escuelas que ese día había nacido la República independiente, que había cesado
el dominio español y desde entonces teníamos la más plena libertad. Todo eso,
se agregaba, gracias a la “generosa ayuda” del gobierno de los Estados Unidos,
a quien debíamos eterno agradecimiento.
Nuestra historia había sido
totalmente falseada, en interés de los gobiernos de turno y de sus amos
imperiales. La cruda verdad es que el 20 de mayo de 1902 Cuba dejó de ser
colonia de España para convertirse en neocolonia de los Estados Unidos de América.
En 1898, después de 30 años
de heroica lucha, el Ejército Libertador Cubano tenía virtualmente derrotado al
ejército colonial español. Ya España no podía sostener la guerra desde el punto
de vista militar, ni económico, ni político. La moral colonial se había
desplomado ante el empuje del independentismo.
Fue ése el momento
aprovechado por el gobierno de los Estados Unidos, tomando como pretexto la
explosión del vapor El Maine, para satisfacer sus viejos deseos de intervenir
en Cuba y materializar sus sueños de anexión. Sólo con el apoyo del Ejército
Libertador Cubano (Mambì) pudieron lograr el objetivo de desembarcar y vencer
en los postreros combates al ejército colonial. Esa, la llamada guerra
hispano-cubano-norteamericana, sería calificada por el líder del proletariado
mundial, Vladimir Ilich Lenin, como la
primera guerra imperialista en la historia de la humanidad.
Pero terminada la contienda bélica,
¿Fue Cuba verdaderamente libre? ¿Fue altruista o infame el gesto del gobierno
de los Estados Unidos?
Una breve ojeada histórica demuestra
todo lo contrario a lo que nos enseñaban en las escuelas, con pocas excepciones
donde educadores patriotas se esforzaba por desentrañar la mentira.
El 10 de febrero del mismo
1898, tiene lugar el Tratado de Paris, que ponía fin oficialmente al colonialismo
español en Cuba. La primera gran injusticia y ofensa a la dignidad de los
cubanos, fue su exclusión de esa negociación. Estados Unidos negoció una
libertad que no había ganado y España renunció a un derecho que había perdido
frente a los cubanos.
Estados Unidos no estaba
dispuesto a desarrollar una guerra armada contra el ejército revolucionario
cubano que había derrotado a una potencia colonial después de tres décadas de
cruentas luchas. Y preparó las condiciones para apropiarse de la Isla por una vía
menos costosa en la cual debía ganar, además, el crédito de libertador.
Concluida la guerra, el ejército
norteamericano mantuvo su ocupación y en sus manos y las del gobierno de ese país
quedaba maniatada la libertad y la independencia del pueblo cubano.
El 16 de junio de 1900, por
la Orden Militar 164, norteamericana, se celebran las primera elecciones de
alcaldes, concejales, tesoreros, jueces municipales y correccionales. La
llamada democracia norteamericana ponía de relieve su verdadera esencia. Podía
votar sólo los hombres mayores de 21 años, no podían hacerlo las mujeres, había
que saber leer y escribir, tener un capital de no menos de 250 pesos o haber
servido en el Ejército Libertador, sin
“notas desfavorables” en su expediente.
Por esas y otras restricciones impuestas, sólo el 14 por ciento
de la población con edad para hacerlo ejerció el voto. No obstante, los
resultados no fueron los esperados para la potencia imperial.
Iguales elecciones tuvieron
lugar en junio de 190l. Pero con mayores limitaciones a las que se sumaron
medidas coercitivas y fraudes para garantizar una mayoría de votos a favor de
los candidatos que representaran los intereses yanquis.
Otra Orden Militar, esta vez
la 91, rigió las reglas de esas elecciones. Los electores sólo podían elegir al
60 por ciento de los concejales. Se rechazaba la inscripción de personas con
derecho a hacerlo. Se ocultaron las listas de electores a los votantes para que
éstos no pudieran verificar si sus nombres figuraban en ellas. Se cambiaban nombres,
lo que invalidaba luego el voto. Se utilizaron coacciones, se instrumentaron
rejuegos en las mesas electorales y se negó el voto a los participantes en las gestas independentistas contra España.
De esa “lección democrática” aprendieron luego los sucesivos gobiernos cubanos
amamantados por los Estados Unidos de América.
Al llegar las elecciones
presidenciales de 1901, los atropellos a la nación cubana fueron mucho más allá.
Tres candidatos hubo inicialmente para esos comicios. El Generalísimo Máximo Gómez
Báez, héroe de las gestas independentistas cubanas, al ver los rejuegos que dominarían
ese proceso, renunció a su candidatura. Igual lo hizo otro patriota, el Mayor
General Bartolomé Masò, quien se opuso a acatar los designios norteamericanos
para esas elecciones.
Siendo así, un solo aspirante
quedó para las votaciones: Tomás Estrada Palma, quien había sucedido a José
Martì como Delegado del Partido Revolucionario Cubano y para su aspirantura debió
renunciar a la ciudadanía norteamericana, que poseía desde 26 años atrás. Este
hombre, que había traicionado el ideal y la causa martiana y era incondicional
al gobierno yanqui, accedía de esa forma al poder, en unas elecciones donde votó
apenas el 7 por ciento de los cubanos con edad para hacerlo.
Pero eso no bastaba a los
intereses norteamericanos en Cuba. Se necesitaba algo más seguro, más eficaz. Y
surgió de esa forma la Enmienda Platt.
El 28 de febrero de 1901, el
senador norteamericano Orville H. Platt, propuso una enmienda a la Ley de
Gastos del Ejército, la cual, una vez aprobada por su país, debía anexarse a la
Constitución cubana que regiría la nuevo República. O aceptación de esa
enmienda o se mantendría a Cuba bajo la ocupación militar. Esa fue la
disyuntiva.
Fue una enmienda que ataba a
Cuba en lo militar, lo político y lo económico, al designio de los Estados
Unidos.
Uno de sus artículos, separó
a Isla de Pinos (hoy Isla de la
Juventud) de la jurisdicción cubana, afrenta que se mantuvo hasta 1925. Otro atribuía
a Estados Unidos el derecho a las intervenciones militares en nuestro país,
bajo el falso pretexto de conservar la independencia, mantener un gobierno
adecuado, proteger vidas, propiedades y la libertad.
Cuba estaba obligada también
al arrendamiento de servicios a Estados Unidos para que éste pudiera mantener
la independencia y proteger la defensa de la Isla. De ese engendro nació la
actual Base Naval de Guantánamo, que aún se mantiene contra la voluntad del
pueblo cubano y es utilizada como centro internacional de torturas y crímenes
por el gobierno norteamericano, pese a las reiteradas denuncias hechas en los más
altos organismos internacionales.
Cuba, además, quedaba
impedida de establecer tratados o convenios con otro poder, ni adquirir deudas públicas
que no fueran con el gobierno imperial.
El propio Tomás Estrada
Palma, disolvió el Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martì para
hacer la Revolución y dirigir luego los destinos de la nación cubana. El Ejército
Libertador había disuelto. ¿Cuál independencia y cuál libertad, les quedaba a
los cubanos cuando el 20 de mayo de 1902 fue proclamada la República? Después de 30 largos años de lucha, ¿República
independiente o neocolonia
norteamericana?
El mismísimo gobernador
militar estadounidense en Cuba durante la ocupación, Leonard Wood, dejó claros
los resultados y las proyecciones a raíz de la aplicación de la Enmienda Platt. Por supuesto que a Cuba se le ha dejado
poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es
la anexión (…) Es bien evidente que está absolutamente en nuestras manos (…)
Con el control, que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve
prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo (…) La Isla se
norteamericanizarà gradualmente y a su debido tiempo contaremos con una de las más
ricas y deseables posesiones que haya en el mundo.
La verdadera independencia,
libertad, soberanía y libre autodeterminación, tendría que esperar 60 años más,
hasta que el primero de enero de 1959 fue proclamado por el Comandante en Jefe
Fidel Castro el triunfo de la Revolución cubana.
En esa verdad histórica,
reside el odio visceral de los gobiernos norteamericanos y los reaccionarios de
origen cubano a nuestro proceso revolucionario. Por eso, para esa jauría de
lobos, el 20 de mayo continúa siendo una “fecha patriótica” utilizada para reverdecer su rabia y sus histéricos aullidos contra Cuba.
sábado, 19 de mayo de 2012
José Martí Pérez Continúa viviendo en el alma de la Patria
Orlando Guevara Núñez
La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la
obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente
y fructifican las ideas que en él se elaboraron. Con estas palabras, José Martí, Héroe Nacional de
Cuba, retrató su propia vida.
Su pensamiento continúa
siendo guía del pueblo cubano y trascendiendo fronteras para insertarse cada
vez más en la conciencia de los pueblos latinoamericanos a los que defendió
frente al peligro del imperio norteamericano.
En la historia falseada que
se nos enseñaba a los cubanos en las escuelas, antes del triunfo revolucionario
del 1ro. de enero de 1959, se nos hablaba del Martí poeta, de su nacimiento, de
su muerte el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, y de memoria aprendíamos algunos
de sus pensamientos. Pero se ocultaba la esencia libertaria, independentista y
antiimperialista de su prédica. Muchos maestros, sin embargo, imbuidos de ese
pensamiento martiano, inculcaban a sus alumnos las verdaderas ideas del Apóstol
cubano. El nombre de Martí fue uno de los primeros que aprendimos y escribimos
desde los primeros años de la enseñanza.
No se estudiaba con
profundidad, sin embargo, al Martí que desde los apenas 16 años de edad sufrió
el presidio político por su enfrentamiento al colonialismo español, su
deportación a España, su peregrinar por varios países latinoamericanos y los
Estados Unidos, sin un solo minuto de descanso en aras de la libertad e
independencia de Cuba.
Conocíamos poco del Martí
periodista, político, revolucionario, organizador, fundador del Partido
Revolucionario Cubano –Partido único porque no hacían falta otros- para
conquistar la independencia cubana y contribuir a la de Puerto Rico.
No se divulgaba en toda su
dimensión la intensa labor de Martí en el exilio para reorganizar y unir a los
patriotas que habían luchado en la
manigua cubana durante la guerra iniciada el 10 de octubre de 1868, concluida
diez años después, tras el vergonzoso Pacto del Zanjón, sin conquistar la
independencia anhelada.
Fue una guerra perdida no por
la acción de las armas españolas, sino por la debilidad que en las filas
cubanas tuvo como origen la falta de unidad y las divisiones que hicieron
vulnerable su fuerza.
La Protesta de Baraguá,
protagonizada por el General Antonio Maceo Grajales, el 15 de marzo de 1878,
mantuvo viva la idea de la Revolución que tomaría el descalabro no como una
derrota definitiva, sino como una tregua –la tregua fecunda, al decir de Martí-
para reorganizar y reiniciar la lucha cuando fuese posible.
Martí logró su objetivo de
unir y organizar a los principales jefes independentistas, y preparó la guerra
que estallaría el 24 de febrero de 1895 en Baire y otras muchas localidades,
principalmente de la heroica y siempre rebelde región oriental cubana.
Al caer en combate frente a
las fuerzas españolas, nuestro Héroe Nacional había cumplido bien la obra de su
vida. No pudo ver realizados sus sueños de libertad e independencia, pero sus
ideas continuarían fructificando entre los cubanos que las sentían y las
defendían.
La intervención militar del
gobierno imperialista de los Estados Unidos, en 1898 - cuando ya España era
incapaz desde el punto de vista militar, económico y político, de mantener su
dominio colonial en Cuba - impidió el triunfo del Ejército Libertador Cubano.
Cuba pasaba, con esa ingerencia que Vladimir Ilich Lenin calificó como la
primera guerra imperialista en la historia de la humanidad, de colonia de
España a neocolonia de los Estados Unidos.
Pero las ideas martianas no
murieron, pese a que los corruptos políticos de turno trataban de ocultarlas o
mediatizarlas. La figura y la obra martianas eran tan inmensas que no podían
ser arrancadas de la conciencia de los cubanos.
Ya en 1925, el joven revolucionario
Julio Antonio Mella, al fundar el Partido Comunista de Cuba, fue el primero en
unir las ideas revolucionarias martianas con la doctrina del marxismo para
continuar la lucha inconclusa por el holocausto de Dos Ríos. En esa fundación,
estuvo junto a Mella el luchador Carlos Baliño, quien en 1892 había creado con
Martí el Partido Revolucionario Cubano. Dos etapas se fundían en un mismo
ideal: la libertad y la independencia de Cuba, ahora con proyecciones más
avanzadas, en correspondencia con la época, desde el punto de vista social,
político y económico.
Julio Antonio Mella,
perseguido ferozmente por sus ideas, tuvo que marchar al exilio político en
México, hacia donde fue con el objetivo
de organizar desde allí la lucha revolucionaria en Cuba, pero fue asesinado en
plena calle de ese país, el 10 de enero de 1929, por pistoleros pagados por el
gobierno tiránico cubano de Gerardo Machado.
Otros muchos luchadores,
entre ellos Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras Holmes –fallecido el
primero por tuberculosis y el segundo asesinado el 8 de mayo de 1935 cuando
trataba de salir para México a organizar la lucha armada que debía desarrollar luego en
Cuba, fueron seguidores de la prédica martiana.
El 28 de enero de 1953, se
cumplió el centenario del natalicio de José Martí. Y en ese año fructificaron
con mayor fuerza sus ideas en la conciencia de los cubanos, principalmente
impulsadas por un grupo de jóvenes liderados por el entonces joven abogado
Fidel Castro Ruz.
Un mar de antorchas en la
capital cubana, y manifestaciones en otras ciudades, era el preludio del inicio
de una lucha que no concluiría hasta convertir en realidad los sueños
martianos.
Pocos meses después, el 26 de
julio de 1953, un grupo de jóvenes, con el propio Fidel Castro al frente, realizaría
el ataque a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de
Céspedes en Bayamo. Las ideas martianas rompían los mármoles que las encerraban
y se esparcían rebeldes por las calles y los campos cubanos.
No fue casual que cuando en
el juicio seguido por estos sucesos, uno de los juzgados sin tener
participación, le preguntara a Fidel si no era cierto que él no era autor
intelectual del asalto, el jefe de la acción le contestara que nadie debía
preocuparse de que lo acusaran de ser autor intelectual del asalto, por el
verdadero actor intelectual era José
Martí.
En su alegato de autodefensa
por esos hechos, el 16 de octubre de 1953, Fidel afirmaría ante el Tribunal que
al final lo condenó a 15 años de privación de libertad: Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su
memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo
es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído
defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a
morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo
en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!
Las ideas martianas, efectivamente
no murieron. Se nutrieron con la sangre de 61 combatientes del Moncada y del
Carlos Manuel de Céspedes caídos
-55 de ellos asesinados-
fueron al presidio, marcharon al exilio en México, navegaron en el yate Granma,
escalaron las montañas, recorrieron las calles y los campos, hicieron la
guerra, derrocaron a la tiranía, y protagonizaron la victoria revolucionaria
del 1ro. de enero de 1959.
Hoy Martí está presente en
todas las luchas del pueblo cubano. De él aprendimos los cubanos que los
grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre; que el verdadero
hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de que lado está el deber y que
el deber de un hombre está allí donde es más útil. De él heredamos el latinoamericanismo
y el antiimperialismo. Martí nos legó que un principio justo, desde el fondo de
una cueva, puede más que un ejército. Nos legó también el valor de la unidad y
de la resistencia como fundamento del triunfo.
Los cubanos hemos tenido la
gloria de contar con el discípulo más aventajado de José Martí: nuestro
Comandante en Jefe Fidel Castro, quien ha sido capaz de materializar sus sueños
y de aplicar junto a todo el pueblo los principios que proclamó rodeado de
bayonetas ante el tribunal que lo
juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953.
Las ideas martianas están en
toda la obra de la Revolución, cada día con mayor fuerza de presencia.
Porque la muerte no es verdad
cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.
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