.Orlando
Guevara Núñez
El
12 de junio de 1901, el gobierno de los
Estados Unidos aprobó la Enmienda Platt, la cual sería impuesta a la
Constitución de Cuba, cercenando la independencia por la cual había luchado el
pueblo cubano durante más de 30 años. Cuba, con esa y otras ingerencias
norteamericanas, pasaba, de colonia de España, a neocolonia del Norte revuelto
y brutal que nos desprecia, al decir de José Martí.
Con
ese apéndice, la naciente potencia imperialista aseguraba su dominio sobre
Cuba, sin necesidad de una anexión, como la habían soñado desde siglos atrás, y
que ahora no consideraban prudente, teniendo en cuenta el heroísmo, la rebeldía
y la capacidad de combate y resistencia de los cubanos.
El
Artículo VII de esa afrenta a la soberanía cubana, la justificaba “Para poner en condiciones a
los EE.UU. de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la
misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará
a los EE.UU. las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en
ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los EE.UU”.
Así
surgió la Base Naval de Guantánamo, contra la voluntad del pueblo, y que hoy se
mantiene por la fuerza, convertida en centro de prisión y tortura contra
presuntos terroristas, cautivos en nombre del antiterrorismo, violando las
leyes internacionales y las de los propios Estados Unidos sobre esta materia
El
Artículo III del propio documento, fijaba con claridad las verdaderas
intenciones imperiales, al fijar que: “El
Gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos pueden ejercitar el derecho
de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento
de un Gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad
individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido
impuestas a los EE.UU. por el Tratado de París y que deben ahora ser asumidas y
cumplidas por el Gobierno de Cuba”.
Ese
“derecho” lo ejercieron cuando en 1906, Tomás Estrada Palma, presidente de la
República de Cuba, intentó su reelección. Estrada Palma había abandonado los
principios martianos y se había subordinado a los intereses de los Estados
Unidos, claudicación que no habían cometido muchos verdaderos patriotas.
Ante de esos enunciados, convertidos en
leyes, el Artículo I de la Enmienda Platt, con la prepotencia característica de
una potencia con poderes auto atribuidos, proclamaba que “El Gobierno de Cuba nunca
celebrará con ningún Poder o Poderes extranjeros ningún Tratado u otro convenio
que pueda menoscabar o tienda a menoscabar la independencia de Cuba ni en manera
alguna autorice o permita a ningún Poder o Poderes extranjeros, obtener por
colonización o para propósitos militares o navales, o de otra manera, asiento
en o control sobre ninguna porción de dicha Isla”.No fue hasta 1925 que Estados Unidos reconoció la soberanía de Cuba sobre la entonces Isla de Pinos, pendiente en los dictámenes de la Enmienda Platt.
Así, con esa brutal fuerza, ha actuado siempre el gobierno de los Estados Unidos en relación con Cuba. Hasta el 1ro. de enero de 1959, cuando la Revolución cubana barrió para siempre esa ignominia y comenzó a ser verdaderamente libre y soberana.
Por eso las agresiones constantes contra Cuba. Porque desde entonces, ni enmiendas ni dictámenes imperiales, ni órdenes de embajadas, ni amenazas, ni agresiones, ni campañas difamatorias, pueden socavar la soberanía y la libre determinación de los cubanos de ser los únicos dueños de su destino.
Así, a 111 años de la imposición de la Enmienda Platt, los cubanos seguimos erguidos frente a las agresiones imperiales, y continuamos suscribiendo las palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro cuando expresó que “Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero su hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie”.
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