Orlando Guevara Núñez
El gobierno de los Estados
Unidos ha dado a conocer -mediante una carta del Departamento de Estado
al Congreso - la asignación de otros 20
millones de dólares para promover y financiar la subversión contra Cuba.
De nuevo, los fondos de los
contribuyentes norteamericanos son destinados a subvencionar la
contrarrevolución y los propósitos de destruir a la Revolución cubana.
Pretenden incrementar el “acceso
a tecnologías” a los llamados disidentes
-léase mercenarios - cuyo único fin
es lucrar con esos fondos y servir a los
intereses reaccionarios del gobierno norteamericano y de la mafia
contrarrevolucionaria radicada en ese país.
Invocan la “democracia digital”
los mismos que hacen todo lo posible por privar a Cuba de ese derecho. Para
ellos, esa democracia consiste solo en que gocen de ese recurso los que lo
utilizan para mentir deliberadamente sobre la realidad del proceso revolucionario
cubano. La palabra democracia, la identifican sólo con el derecho a mentir, a
tratar de subvertir el orden en otros países.
Para ese fin, suministrar
computadoras, DVD, teléfonos celulares y otros medios a individuos dispuestos a
traicionar a su país y vender su moral y sus principios por los dólares que les pagan.
El gobierno norteamericano sabe
de sobra – y la propia SINA lo ha reconocido - que los auto titulados “líderes de la oposición” no pasan de ser
charlatanes sin el más mínimo respaldo ni siquiera de quienes los acompañan en
sus fraudes.
En realidad, han fracasado en
el intento de creación de esos “líderes” para cuya producción han escogido la
peor materia prima: delincuentes
comunes, personas sin autoridad moral, oportunistas y demagogos cuyo propósito es lucrar del
dinero que reciben, hasta crearse avales que les sirvan para emigrar hacia los Estados Unidos.
Bajo el pomposo nombre de “apoyo
humanitario a personas políticamente marginadas” saben que pagan a
personas sin el menor rasgo de patriotismo, enemigos del pueblo a
quien dicen representar.
Los cubanos conocemos muy bien
esa historia. Y ellos conocen muy bien a nuestro pueblo. Por eso le temen más a
las masas que a los representantes del orden. Conocen que en Cuba no se reprime
a nadie y que cuando han realizado provocaciones, el papel de nuestra Policía
ha sido protegerlos. Es sabido que el mercenario actúa hasta donde “la paga” no signifique un verdadero
riesgo para ellos.
Podrán continuar asignando
millones de dólares cada año. Pueden estar seguros, sin embargo, de que ni
todos los millones del gobierno juntos, podrán hacer mella en la conciencia revolucionaria del
pueblo cubano, ni podrán organizar una subversión interna, ni formar los “líderes” contrarrevolucionarios, que sólo existen en su
imaginación.
Una pregunta que podría hacerse
es cuántos de esos 20 millones de
dólares llegarán realmente a Cuba y cuántos se quedarán en manos de quienes esas
acciones contra nuestro país forman parte de un lucrativo negocio. No sería la
primera vez.
Mientras tanto, el gobierno auto titulado “campeón” de la
democracia, se revela ante la opinión pública como lo que es: un violador
constante de los derechos soberanos de los pueblos, un cómplice incondicional de los mercenarios, un financista de las peores causas que
existen en el mundo, y el enemigo número
uno de la verdadera democracia.