jueves, 5 de enero de 2012

La Fiesta de los Reyes Magos



.Orlando Guevara Núñez

He escuchado muchas veces  la defensa de que el 6 de enero,  antes de 1959 Fiesta del  Día de los Reyes Magos, debe revivirse como tradición en Cuba. Algunos recordarán con añoranza la esperada visita; otros, quien sabe si la mayoría, guardamos ese recuerdo como parte de un pasado al cual nos resistimos a volver.
Me cuento entre quienes, la noche del cinco de enero, se acostaban más temprano que de costumbre, bajo la creencia inculcada de que si los Reyes Magos llegaban y uno estaba despierto, no entrarían, ni dejarían juguetes.
Pero en mi humilde barrio rural, no valía acostarse temprano. Ni Melchor, Gaspar ni Baltazar entraban, tal vez porque los caminos se harían muy difíciles para los camellos cargados. Bueno, cargados no, porque a las pocas casas que alguna vez fueron, parece que la carga principal la habían dejado en las casas de los niños ricos. La única explicación era que los niños de allí nos habíamos portado mal y eso lo sabían los Reyes Magos.
La credencial de buena conducta la poseían solo los hijos de los ricos.
Recuerdo que mi Rey Mago preferido era Baltazar. Pero no me iba bien con él. Le escribí entonces a Gaspar y me pasó lo mismo. Los mandé a los dos para el c…..y sólo se me escapó Melchor porque nunca llegué a pedirle nada. De todas formas, seguía creyendo en ellos.
Una noche, mi hermano Osmar, mayor que yo, se propuso y lo logró, desentrañar el secreto de los Reyes Magos. Fingió estar dormido. Y vio con sorpresa a mi madre colocando unos sencillos juguetes, al tiempo que recogía las carticas y las yerbitas que habíamos dejado para los camellos.
Por eso ese, el  día que antes de tiempo se rompió el encanto y desapareció la ilusión de los Reyes Magos en mi conciencia, no sufrí tanto. Para más exactitud: no sufrí nada, ni culpé a mis padres por el engaño piadoso. Los quise más y me sentí conmovido pensando en la angustia de ellos para arrebatarle a la pobreza unos pocos pesos cada enero y alimentar así mis fantasías de niño.
No critico a quienes quisieran revivir ese pasado. Mi conciencia, sin embargo, me hace sumar a quienes siguen identificando aquéllo como  muestra de una terrible discriminación a  los niños pobres y a sus pobres padres, quienes seguro sufrían con igual intensidad y sensibilidad el mal.
Por eso no he olvidado nunca cuando en su Marcha Triunfal del Ejército Rebelde, en enero de 1959,  el Indio Naborí, calificó a los victoriosos combatientes rebeldes como Reyes Magos rejuvenecidos y con cinco días de anticipaciòn.
Así, en nombre de Héctor, Osmar, Daisy, Elda, Nancy, Mario, Chichío, Paìto, Agustín, Siria, Fredesvinda, Tony, Carlos, Cora, Estrella, Jorge, Victoria, Ébora, Mercy, Agustina y Virtudes, los niños y niñas de mi barrio, me atrevo a  alegrarme cada 6 de enero de que todo sea distinto. Y no es por despreciar tradiciones, sino por amar sólo aquellas que nos alimentaron desde niños y nos siguen engrandeciendo como seres adultos

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